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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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m<strong>el</strong>ancólica, triste y extrañamente dulce, una epopeya, un poema<br />

<strong>de</strong> amor —su historia. Y encima <strong>de</strong> nosotros, un canto po<strong>de</strong>roso,<br />

inmemorial, que mecía, cubría, vibraba, llenaba todo <strong>el</strong> llano:<br />

<strong>el</strong> sueño cósmico <strong>de</strong> la montaña. Brillaba yo, ver<strong>de</strong>, discreta, al<br />

ras d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, escondida y radiante, murmurando mi leve refrán,<br />

mi discreto llamado. Para <strong>los</strong> indios, yo era la hu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> venado<br />

sagrado en la noche d<strong>el</strong> <strong>de</strong>sierto, para mí bailaban. Otros seres<br />

vinieron, pálidos y fríos, me llamaron Lofófora y me llevaron<br />

en muestras. Y para ti, Bárbara, soy una puerta, un puente, un<br />

torrente en tu sangre. Tú-yo, Bárbara, mezcladas ahora en un<br />

sola materia, para que conozcamos <strong>el</strong> mundo juntas.<br />

Qué extraña impresión, qué rara me siento. Una certeza<br />

se insinúa: algo ha cambiado en mí. ¿Pero qué? Es sutil, es<br />

leve —pero insistente. Soy diferente. Percibo algo, como una<br />

presencia, una agitación por <strong>de</strong>ntro. Un murmullo que busca<br />

su camino, un rumor que quiere <strong>de</strong>sbordarse, algo vivo, pero<br />

in<strong>de</strong>scriptible. Me atraviesa una imagen <strong>de</strong> ola, <strong>de</strong> piedra que<br />

se transforma. Pienso que <strong>el</strong> ser es inestable, que la vida tiene<br />

mil formas. Veo un <strong>de</strong>sierto en <strong>el</strong> que todo brilla, las piedras<br />

palpitan, <strong>los</strong> matorrales bailan y me hace señas un cactus-árbol.<br />

Una bruma ligera y movediza fl ota sobre <strong>el</strong> paisaje, llena <strong>de</strong><br />

sensaciones revu<strong>el</strong>tas, como una canción sin palabras en la que<br />

se unen todas las voces. ¿De dón<strong>de</strong> me viene esta imagen? Siento<br />

en mi vientre calor, retorcijones, un mar que se precipita. El<br />

empuje <strong>de</strong> la sangre, un breve pero violento malestar: <strong>el</strong> sabor<br />

amargo, inolvidable, d<strong>el</strong> cactus, me sube <strong>de</strong> nuevo a la garganta.<br />

Bruscamente, se <strong>de</strong>sgarra un t<strong>el</strong>ón y todo reaparece, pero nada es<br />

ya como antes. En mí se imprime la certeza <strong>de</strong> una mirada nueva,<br />

<strong>de</strong> una pi<strong>el</strong> cayendo sin dolor, como la muda <strong>de</strong> una serpiente.<br />

En un adiós ligero, sin pesar, sin sorpresa, Bárbara se aleja cual<br />

un recuerdo incomprensible. A<strong>de</strong>ntro, la presencia se <strong>de</strong>spliega,<br />

fraterniza con las células, <strong>los</strong> nervios se estiran mientras que se<br />

abre <strong>el</strong> corazón, acogedor. Gina : he cambiado. Soy la misma y<br />

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