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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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<strong>el</strong> salto a lo <strong>de</strong>sconocido. Lentamente, <strong>de</strong>sgarra mi carne. Nunca<br />

volveré a ser la misma. Quisiera gemir, quisiera gritar este áspero<br />

<strong>de</strong>scubrimiento. Concentrada, Tina apenas respira, me mira, me<br />

<strong>de</strong>scubre. Está maravillada, ahora mi sabia cubre sus <strong>de</strong>dos.<br />

Pasa una eternidad, estoy suspendida en su mirada. Y luego, con<br />

infi nita dulzura, acaba <strong>de</strong> separar mis doce gajos. Le extien<strong>de</strong><br />

cuatro a Bárbara, cuatro a Toño, y con una sonrisa, dice: tomen y<br />

coman sin temor, ésta es la hu<strong>el</strong>la d<strong>el</strong> Venadito, éste es <strong>el</strong> cuerpo<br />

d<strong>el</strong> cactus sagrado que quiere conocernos.<br />

Las dos mujeres están sentadas en la sala <strong>de</strong> la casita<br />

<strong>de</strong> Lorena, en algún lugar <strong>de</strong> Xochimilco. Hay en la mesa dos<br />

platos <strong>de</strong> frijoles con huevos y d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> Lorena, una cerveza<br />

—<strong>el</strong> alcohol traidor: ¿Le disgusta a Micalea esta falta a las reglas<br />

<strong>de</strong> la subversión? No, dice Mica<strong>el</strong>a, en ti, confío. La ley seca es,<br />

sobre todo, para que <strong>los</strong> hombres borrachos no golpeen a sus<br />

esposas y a sus hijos. En todo caso, yo, así la hago aplicar en<br />

mi comunidad. De todas formas, por lo general las mujeres no<br />

beben mucho. Las dos mujeres se observan. Entonces, Mica<strong>el</strong>a<br />

—ya que éste es tu nombre ahora— veo que has seguido <strong>el</strong><br />

camino… ¿Tenés noticias d<strong>el</strong> padrecito? Sí, nos ha ayudado<br />

mucho. Pero sabes, en estos últimos tiempos, no he ido mucho a<br />

la iglesia… Que Dios me perdone: tenemos muchas otras cosas<br />

que hacer. Mica<strong>el</strong>a enrolla la última tortilla azul que sacó <strong>de</strong><br />

su morral y con un gesto preciso, la parte en dos y le da una<br />

mitad a Lorena, para que termine sus frijoles. Lorena prosigue,<br />

la boca llena: fi nalmente, se han <strong>de</strong>cidido a pasar a otra etapa <strong>de</strong><br />

lucha, ¿verdad? Siento mucho no haber podido hacer casi nada<br />

por uste<strong>de</strong>s la última vez. ¡Imagináte! Aquí, en México, yo, una<br />

refugiada guatemalteca. De haber hecho más, aunque sea un<br />

poquitito, ¡<strong>el</strong> gobierno nos hubiera aplastado como cucarachas!<br />

De hecho, la otra vez, <strong>el</strong> otro compañero, te acordás, <strong>el</strong> que se<br />

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