IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet
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Estaré con uste<strong>de</strong>s. La vida vu<strong>el</strong>ve a la superfi cie, vu<strong>el</strong>ve a brotar,<br />
líquida y preciosa como <strong>el</strong> ja<strong>de</strong>. Una f<strong>el</strong>icidad inmensa llena <strong>el</strong><br />
espacio, las inunda con sus volutas <strong>de</strong> vapor que se transforman<br />
en enormes gotas que resbalan suavemente sobre sus pi<strong>el</strong>es,<br />
bañándolas, meciéndolas hasta hacerlas per<strong>de</strong>r la consciencia.<br />
Empero poco a poco <strong>el</strong> latido d<strong>el</strong> corazón se ac<strong>el</strong>era, la piedra se<br />
ahonda y se transforma, la presión sube, las arterias se dilatan y las<br />
sienes se comprimen. Repentinamente, un <strong>de</strong>st<strong>el</strong>lo <strong>de</strong> luz ilumina<br />
la bóveda <strong>de</strong> la caverna, se oye una <strong>de</strong>fl agración y luego nada, <strong>el</strong><br />
silencio vu<strong>el</strong>ve a imponerse. De nuevo reina la noche absoluta.<br />
Y entonces paulatinamente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo más hondo <strong>de</strong> la tierra se<br />
<strong>el</strong>eva un temblor que se aproxima implacable, las empuja la una<br />
contra la otra, las sacu<strong>de</strong> con violencia. Confusamente se abrazan,<br />
juntas se protegen como pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las piedras que ruedan, <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
choques cada vez más cercanos, d<strong>el</strong> trueno <strong>de</strong>satado. Finalmente,<br />
todo <strong>de</strong>saparece en medio <strong>de</strong> un rayo blanco.<br />
Hace un buen rato ya que en la oscuridad tibia, ha vu<strong>el</strong>to<br />
la calma. Imperceptiblemente, <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o vu<strong>el</strong>ve a levantarse con<br />
regularidad, se oyen tres respiraciones lejanas, que se ensanchan,<br />
que llenan la penumbra, que la habitan con fuerza. Tres fi guras<br />
negras confundidas, acurrucadas, como dormidas, vu<strong>el</strong>ven a la<br />
vida. Tres cuerpos se calientan, se estremecen, se agitan, seis<br />
ojos se entreabren. Muy a pesar suyo, <strong>de</strong>spacio, las pi<strong>el</strong>es se<br />
alejan unas <strong>de</strong> otras, <strong>los</strong> miembros se <strong>de</strong>senredan. Unas manos<br />
se buscan todavía, se rozan aún, y luego <strong>los</strong> cuerpos retoman su<br />
distancia. ¡Qué frío! ¡Qué separación más dolorosa! Pero algo<br />
sigue palpitando a<strong>de</strong>ntro, algo nuevo, un impulso subterráneo que<br />
<strong>de</strong>sborda <strong>de</strong> fuerza. Todo está por hacerse, no hay tiempo que<br />
per<strong>de</strong>r. Se han puesto <strong>de</strong> pie, y sin mediar palabra, las tres en un<br />
mismo movimiento, se lanzan hacia afuera.<br />
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