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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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que se rozan, <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos anudados que se estrechan, un suspiro.<br />

Finalmente un murmullo se <strong>el</strong>eva. Lorena se aclara la garganta.<br />

¿están aquí? y <strong>de</strong>spacio, anuncia: tengo algo que <strong>de</strong>cirles… He<br />

vu<strong>el</strong>to d<strong>el</strong> país <strong>de</strong> <strong>los</strong> muertos. Conteniendo <strong>el</strong> aliento, Mica<strong>el</strong>a<br />

y Gina se supen<strong>de</strong>n a su voz que se hace más fi rme. Lo puedo<br />

asegurar porque lo he visto: nuestro lugar no es ése. He conocido<br />

la guerra y no la <strong>de</strong>seo. Nuestra lucha está aquí, aún tenemos cosas<br />

que hacer. Seguras y <strong>de</strong>nsas, como aves nocturnas, las palabras<br />

<strong>de</strong> Mica<strong>el</strong>a las alcanzan en la oscuridad: nuestra lucha no pue<strong>de</strong><br />

sacrifi car a nadie. Es cuando hacen callar nuestros corazones que<br />

empezamos a equivocarnos. ¡No po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>jar morir a las tres<br />

compañeras! Gina percibe que la atención <strong>de</strong> Mica<strong>el</strong>a y Lorena se<br />

ha volcado hacia <strong>el</strong>la, y en un susurro dice: he venido a unirme a<br />

uste<strong>de</strong>s, las necesito, no sé muy bien por qué, pero estoy segura <strong>de</strong><br />

<strong>el</strong>lo. ¿Qué po<strong>de</strong>mos hacer? Una frase resuena: tenemos tres vidas<br />

que salvar. Es la voz <strong>de</strong> la comandante Ana María que fl oreció en<br />

la sombra, fuerte como una ola que las arrastra a las tres en un mar<br />

<strong>de</strong> silencio. Y luego, poco a poco, su tono fi rme <strong>de</strong> mando afl ora<br />

como un río subterráneo y retumba sobre la piedra. Nadie conoce<br />

<strong>el</strong> camino verda<strong>de</strong>ro, sólo oímos <strong>el</strong> llamado. Nos hemos levantado,<br />

hemos emprendido <strong>el</strong> camino, con muchos esfuerzos, con muchos<br />

sacrifi cios, hasta llegar aquí. Ahora, preparemos nuestro corazón<br />

para <strong>de</strong>cir nuestra palabra y que Izta nos escuche.<br />

El silencio se estremece poblado <strong>de</strong> ecos. Lorena se<br />

ha en<strong>de</strong>rezado, busca a las otras en un contacto fl uido que llena<br />

<strong>el</strong> espacio tenso, expectante. Escúchenme, y vos Izta, vos la<br />

orgul<strong>los</strong>a invicta que has visto tantas guerras, ¡<strong>de</strong>címe si estoy<br />

equivocada! ¡Vi la muerte tantas veces! No la amo, no. Por <strong>el</strong><br />

contrario, la combato. Y también la muerte lenta, <strong>el</strong> pan que falta,<br />

la amiga que nunca vu<strong>el</strong>ve. Lo que quiero, es volver a empezar,<br />

retomarlo todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>el</strong> principio, pero tejiéndo otra historia,<br />

en la que nadie <strong>de</strong>berá morir. No queremos llorar más… Gina<br />

levanta a su vez <strong>el</strong> rostro, abre <strong>los</strong> brazos y <strong>de</strong> su boca brota<br />

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