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IZTA, el cruce de los caminos - Jules Falquet

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senté a escuchar. Era extraño, <strong>los</strong> señores con su ropa <strong>de</strong> Sololá<br />

en medio <strong>de</strong> <strong>los</strong> carros, la música intentaba ser alegre, pero algo<br />

no cuadraba. Un niño pasó, haciendo sonar las monedas en su<br />

platito, tendría unos cinco años, y la tristeza invadió súbitamente<br />

la plaza. Me fui… Mica<strong>el</strong>a la mira, parece esperar lo que sigue.<br />

Gina levanta <strong>los</strong> ojos: ¿ será que cambiaron algo <strong>los</strong> acuerdos<br />

<strong>de</strong> paz? Ligia-Lorena llega con las tazas, envu<strong>el</strong>ta en una nube<br />

<strong>de</strong> humo: para nada, vamos <strong>de</strong> Guatemala a Guate-peor, como<br />

<strong>de</strong>cimos… Dirigiéndose a Mica<strong>el</strong>a: Gina es música, es una amiga<br />

<strong>de</strong> hace muchos años. ¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos?<br />

¿Diez años? Gina confi rma. Vivía en Chiapas, pero nos vimos por<br />

primera vez en una reunión nacional <strong>de</strong> la coordinación contra<br />

la violencia hacia las mujeres, aquí, en México. Ligia sirve <strong>el</strong><br />

café, fl uyen <strong>los</strong> recuerdos: en aqu<strong>el</strong>la época, apenas empezaba a<br />

trabajar con las mujeres, <strong>el</strong> partido me había mandado a ver lo que<br />

se podía hacer. Le brinda <strong>el</strong> plato con pan a Mica<strong>el</strong>a. Al principio,<br />

cuando las oía hablar, ¡no lo podía creer! Era la herejía más<br />

completa… Incluso había lesbianas —<strong>de</strong>cía “homosexualistas”<br />

en aqu<strong>el</strong> entonces. Pensábamos que eran las hijas <strong>de</strong>generadas<br />

—hace un gesto teatral— <strong>de</strong> la burguesía, d<strong>el</strong> capitalismo y d<strong>el</strong><br />

imperialismo yanqui. Expectante, Gina tien<strong>de</strong> a Mica<strong>el</strong>a la taza<br />

humeante. Ligia se voltea hacia Gina, ro<strong>de</strong>a sus hombros con su<br />

brazo: vos estabas bien patoja cuando nos conocimos, pero ¡ya<br />

eras un diablito! La mira a <strong>los</strong> ojos y luego a Mica<strong>el</strong>a: <strong>de</strong> hecho,<br />

las conocí casi al mismo tiempo. Sacudiendo a Gina con énfasis,<br />

dice a Mica<strong>el</strong>a: fi nalmente, nos hicimos amigas, y en realidad,<br />

esta loquita, te puedo <strong>de</strong>cir que ¡es compañera nuestra! Y agrega<br />

con un leve tono <strong>de</strong> reproche —sólo que luego se fue <strong>de</strong> vu<strong>el</strong>ta a<br />

su tierra a hacer no sé qué y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, ya no la vemos. Gina<br />

se aparta un poco: es cierto, tenía cosas que resolver. Me sentía<br />

obligada. Pero era como en una pesadilla, me estaba muriendo<br />

poquito a poco. Entonces ya ves, volví. Me hacían <strong>de</strong>masiada<br />

falta. Ligia la atrae hacia <strong>el</strong>la, le da unas palmaditas en la cabeza<br />

y luego la aparta, con <strong>los</strong> puños en la ca<strong>de</strong>ra: esta vez la invitaron<br />

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