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JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES

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Antes el futuro también era mucho mejor. Jóvenes editores<br />

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Textofi lia parece haber entendido el esquema de agregar productos dirigidos a pequeños<br />

nichos. Aunque no nos informaron cuántos fondos mueven (“Ahorita ya la verdad ni<br />

sé. O sea, no son tantísimos, no son tantos”, pero si hemos de creerle a su página web,<br />

http://www.textofi lia.com/tienda, comercializan diez, incluido el suyo), han establecido<br />

un modelo que atiende la necesidad más sentida del sector, la de volverse visible, y<br />

lo hacen juntando pequeños editores, que son casi invisibles en sí mismos pero que<br />

generan una cierta atracción al juntarse.<br />

4.3 Cuando el futuro dejó de ser una profesión<br />

Dice Michel Melot (2007: 7): “El libro nunca ha escapado al capitalismo, es hijo<br />

suyo. Era una iglesia. Se convirtió en un mercado. De uno al otro el clérigo ha cambiado.<br />

Sigue cambiando con la redistribución del saber digital y el paso de un clérigo<br />

al otro no se hace nunca sin choques. Las verdades estadísticas a las que hoy<br />

nos vemos forzados nos hacen temer un relativismo absoluto, que transforma<br />

nuestras convicciones en incertidumbres. ¿Quién no ve el peligro, pero quién no ve<br />

al mismo tiempo el beneficio? El libro es, por esencia, doctrinal y por lo tanto doctrinario,<br />

totalizante y por lo tanto totalitario. En un mundo perpetuamente inestable,<br />

el libro sigue siendo hoy todavía, y ciertamente por algún tiempo más, una<br />

amarra de la que el pensamiento no puede prescindir. Al parecer la inestabilidad<br />

juega más bien en su favor. Como el Eclesiastés, redescubrimos que escribir un libro<br />

es un trabajo que no tiene fin”.<br />

La inestabilidad, la incertidumbre sobre el sentido de la transformación de los contenidos,<br />

de las formas novedosas de escritura y lectura, de comercialización, de acumulación<br />

y de distribución del conocimiento, e inclusive la infi nita variedad de dispositivos<br />

de lectura (de los cuales Ipad, Kindle, Nook y Sony Reader son la punta notoria del<br />

iceberg) chocan con los habitus y modelos establecidos, que arrastran un rancio abolengo,<br />

y que, sorprendentemente, han sufrido muy pocas variaciones durante los últimos<br />

500, lo que lleva a Umberto Eco (2010), por ejemplo, a considerarlo un invento<br />

perfecto, como el tenedor o la rueda, y por lo tanto inamovible del corazón cultural de<br />

Occidente.<br />

Los jóvenes editores independientes parecen resentir particularmente este profundo<br />

sacudón de las certidumbres editoriales, y al menos hasta fechas recientes, siguen<br />

apostando por un modelo que reconocería como propio Johannes Gutenberg.<br />

Uno de los aspectos más destacados en este sentido es su relación con el mundo digital,<br />

y en particular con las redes sociales, herramientas básicas, omnipresentes en todos<br />

los ámbitos. Sin embargo, apegados como están a una forma clásica, tradicional, de<br />

producir materiales, lo digital, salvo contadas excepciones, no parece ser un tema relevante<br />

en las discusiones de este sector.

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