JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES
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Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales<br />
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sus prácticas y experiencias en el marco de los canales de interacción habilitados por las<br />
webs en las que nos encontrábamos, no tenían mucho interés en dedicar una hora de su<br />
tiempo a la realización de una entrevista formal cara a cara.<br />
En cuanto a las entrevistas y el grupo discusión, sus narrativas revelan ambigüedades,<br />
contradicciones e inconsistencias que atestiguan el malestar de sentirse confrontados<br />
a esos discursos normativos. Sensación sin duda incrementada por la propia situación<br />
de entrevista, ya que estos rasgos no aparecen, o lo hacen en mucha menor medida, en<br />
las formas de etnografía virtual. Ese malestar no se encuentra en los perfi les, ni en los<br />
fotoblogs, ni en las conversaciones on line. Se revelaron así, por una parte, las limitaciones<br />
de estas técnicas cualitativas de investigación y, por otra, la necesidad en este tipo<br />
de estudios de asegurar un máximo de confi anza y claridad en la contactación, algo que<br />
es más fácil de conseguir en formas de “bola de nieve” a partir de contactos personales.<br />
También es revelador el contraste entre los temas abordados por el grupo de discusión,<br />
casi exclusivamente concentrado en los riesgos, peligros y demás críticas “políticamente<br />
correctas” a estas prácticas, con respecto a los del taller del MediaLab Prado, donde<br />
los asistentes –que tampoco se conocían personalmente– fueron convocados públicamente<br />
como personas que realizan, usan, intercambian y se interesan por los autorretratos<br />
digitales, lográndose un grado de confi anza mutua mayor, y una mayor riqueza y<br />
variedad en las intervenciones de los participantes.<br />
12.2 Tendencias como forma de agencia compartida<br />
Considerar las tendencias como prácticas que nos atraviesan y dan forma, implica considerarlas<br />
como procesos de aprendizaje y subjetivación, que resultan de la agencia<br />
compartida, colaboración, confl icto y constreñimiento entre diversos participantes.<br />
Al tratar de las relaciones entre personas y tecnologías nos encontramos a menudo con<br />
dos visiones contrapuestas pero igualmente erróneas: por un lado, la de las tecnologías<br />
como instrumento neutral, cuyos usos y efectos dependen únicamente de la voluntad<br />
e intencionalidad de quienes los usan, y de los rasgos del contexto social donde se dan<br />
estos usos y prácticas; y por otro lado, la concepción que defi ende un destino autónomo<br />
de la tecnología, un determinismo tecnológico donde los rasgos técnicos y la mera<br />
presencia, invención y desarrollo de los dispositivos explicarían sus usos y efectos. Este<br />
enfoque corresponde al extendido uso del término “impacto” para describir las consecuencias<br />
de las prácticas y usos tecnológicos; como si en lugar de ser dispositivos diseñados,<br />
fabricados, comercializados y utilizados en el seno de múltiples relaciones y redes<br />
sociales que ellos mismos contribuyen a confi gurar, fueran una especie de cuerpos<br />
extraños, meteoritos, que impactan en nuestras vidas y relaciones.<br />
Una atención detallada a las situaciones, prácticas y encuentros entre las personas<br />
y las tecnologías revela cómo en estas prácticas se constituyen una suerte de actores y