JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES
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Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales<br />
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El remoto antecedente de una producción artística colectiva marcada por el sello militante<br />
de los setenta parece haber abandonado la escena por completo. Ya desde los<br />
noventa, los “espacios alternativos” organizaron la práctica artística en torno a una noción<br />
menos programática de la política y una mirada menos solemne del arte contemporáneo.<br />
Se trataba, según explica uno de los protagonistas de estos circuitos, de antros<br />
antes que nada divertidos, en los cuales “la frontera entre el relajo y las obras<br />
artísticas era tenue” (Abaroa, 2010). Hoy en día, las generaciones emergentes ensayan<br />
formas de concebir la cooperación artística que suponen nuevas perspectivas acerca de<br />
la política, en las cuales no sólo tienen escasa cabida los recursos tradicionales del arte<br />
ideologizado –panfl etos incendiarios, rígidos manifi estos–, sino que también el propio<br />
concepto de ‘colectivo’ como modo de operación ha perdido protagonismo.<br />
Una característica que hay que destacar en la producción artística joven es que presenta<br />
esquemas más fl exibles y laxos, sobre todo en las formas de agruparse. Los procesos<br />
colaborativos no ponen en riesgo la individualidad, la independencia y los proyectos<br />
personales de sus integrantes. Esta visión menos normativa permite que los jóvenes<br />
participen simultáneamente en múltiples iniciativas artísticas, y que no sea necesario<br />
un nivel de identifi cación absoluto con la colectividad para emprender un proyecto conjunto.<br />
“Somos un colectivo muy abierto, no hay tantas reglas. Si para este proyecto te<br />
decides involucrar, bienvenido. Si para el siguiente tienes algo que hacer, no pasa nada.<br />
Es fl uctuante, no necesariamente tienen que ser los mismos miembros todo el tiempo",<br />
nos relata un joven estudiante de La Esmeralda respecto de la agrupación en la que<br />
participa. Estos espacios autónomos resultan cruciales en su formación y la gran mayoría<br />
señala que lo realmente importante es “el propio proceso de trabajar e investigar<br />
colectivamente en relación a un tema. Después, eso puedes aterrizar en proyectos distintos,<br />
que ya no son de toda esa gente trabajando junta", nos comenta un artista joven<br />
respecto de su generación.<br />
Más que conformaciones estables en el tiempo, los proyectos, iniciativas o eventos tienden<br />
a pensarse con un marcado carácter inmaterial, y el involucramiento y colaboración<br />
como procesos creativos en sí. Los “espacios alternativos” de los noventa fueron concebidos<br />
–en su grueso– como lugares físicos, concretos, espacios de reunión efectiva; hoy,<br />
son pocos los proyectos jóvenes que concentran su energía en hacerse cargo de las exigencias<br />
de una edifi cación real. “Los proyectos son efímeros: aparecen y desaparecen –<br />
explica un artista y gestor local–. Se hacen exposiciones en tal lado, y si tienes suerte duran<br />
tres días o una semana. Si son buenas, las vas a tomar como referente… y si no, se van<br />
a diluir igual que el espacio. Es menos la necesidad de proponer un espacio y sostenerlo.<br />
Lo que interesa ahora es más la experiencia en concreto”. La caducidad de una iniciativa<br />
artística, en ese sentido, no es un sinónimo de su fracaso: aunque pareciera desvanecerse<br />
en el aire, siembra la semilla de nuevos proyectos, nuevos puentes, nuevas redes.<br />
Los vínculos cooperativos terminan conformando una segunda escuela, en ocasiones<br />
incluso más definitoria que la enseñanza formal. Es común observar que los jóvenes