JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES
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De jóvenes contemporáneos: Trendys, emprendedores...<br />
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en varias redes con amigos(as), el dinero es importante pero no es la motivación principal<br />
para pertenecer o hacer y ser; estar en los eventos e inauguraciones y exponerse,<br />
llevar luego ese espacio a las redes sociales para compartirlo y ayudar a la creación de<br />
una imagen propia y reventada e inteligente. Sin embargo, todas estas posibilidades<br />
abiertas por los cambios culturales y tecnológicos en los que se encuentran, como veremos<br />
más adelante, tienen también otra cara, la de la precariedad y la indistinción entre<br />
tiempo de trabajo, de ocio y de vida, entre otras cosas.<br />
Los resultados etnográfi cos que se presentan en este libro en torno a los jóvenes músicos<br />
(Woodside y Jimenez), artistas visuales (Gerber y Pinochet), editores independientes<br />
(Marcó del Pont y Vilchis) y techsetters (Ortega), refl ejan sólo a una muy pequeña parte<br />
de la heterogeneidad juvenil mexicana. Los jóvenes estudiados revelan con mucha claridad<br />
la complejidad de la forma juventud en la actualidad, pues ella se gesta y es invocada<br />
entre y por múltiples referentes y ella misma es creadora de entramados culturales que<br />
refuerzan los procesos culturales en curso y su propia construcción como un modo particular,<br />
diferenciado, de ser joven. En este caso, la juventud es una lente de mira dinámica y<br />
poderosa desde la cual observar una variedad de procesos culturales y, a la vez, es un objeto<br />
de investigación.<br />
2.2 Los instauradores de tendencias<br />
Desde hace un tiempo he venido priorizando acercamientos a los mundos juveniles que<br />
subrayan el rol participativo de los jóvenes en el diseño de su experiencia cotidiana y en la<br />
forja de los resultados de su estatus como categoría, que enfaticen en el “aquí y el ahora”<br />
de las experiencias de la gente joven y “desde sus propios términos” (Urteaga, 2011). Este<br />
planteamiento obliga a situarnos en la dimensión de las prácticas y visiones que construyen<br />
los actores juveniles en sus interacciones permanentes con adultos, con otros jóvenes<br />
y con niños, sin perder de vista los aspectos más relevantes y particulares en sus vidas<br />
y que ellos(as) mismos ponen por delante. Lo que muchos jóvenes ponen por delante<br />
en sus vidas es el ámbito de su socialidad, refi riéndome a sus “modos de estar juntos”, a<br />
los vínculos y la experiencia compartidos entre pares, a la conformación y circulación del<br />
grupo y sus reglas y códigos, locales o íntimos, productos de la proximidad.<br />
En México, la investigación y el debate sobre las bandas y otras formas agregativas juveniles<br />
puso en la superfi cie el error epistémico que subyace a muchas miradas sobre la<br />
juventud que dominaron el siglo XX: el creer –y hacer creer a otros– que todo lo que los<br />
jóvenes hacen es por reacción al mundo adulto o por querer ingresar a él.<br />
En otro lugar, he discutido la pertinencia metodológica (Urteaga, 1998) y epistémica<br />
(Urteaga, 2011) de ingresar a los mundos juveniles vía la socialidad como herramienta<br />
analítica y ubicarnos en este espacio u orden de interacción social lúdico (Maffesoli,<br />
1990; Aguilar, 1991) dada su importancia en la construcción del sentido en el cotidiano