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JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES

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Autofotos: subjetividades y medios sociales<br />

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con una forma de defi nir quién es apropiado y quién no, quién tiene valor y quién no, a<br />

partir de la forma y rasgos de las autofotos. Vemos así también su valor como formas<br />

de presentación y representación de uno mismo, destinadas a favorecer y reforzar<br />

contactos, y de qué manera, como dice uno de los entrevistados, ayudan a “seleccionar<br />

tus contactos”.<br />

12.5 Complejo juego de miradas<br />

“No estamos acostumbrados a vernos” afi rma uno de los participantes en el grupo de<br />

discusión. La práctica de la autofoto supone aprender a verse, a través de la mirada del<br />

otro y de la propia mirada distante. Esa triple tarea de representación, presentación y<br />

encarnación se lleva a cabo a través de un complejo juego de miradas. La mirada es uno<br />

de los mecanismos más poderosos en los procesos de subjetivación modernos. Hacer,<br />

mostrar e intercambiar autorretratos revela un complejo juego de miradas, donde las<br />

personas son a la vez el sujeto que toma la fotografía y el objeto fotografi ado, compartiendo<br />

la doble actividad del fotógrafo y el modelo. Logran así un tipo de visión in-corporada<br />

o encarnada, aprendiendo a actuar (perform) y ver el propio cuerpo de una manera<br />

distinta, al tiempo que se ponen en el lugar de los otros –los potenciales espectadores<br />

de esas imágenes– tomando en consideración en sus prácticas lo que saben o imaginan<br />

de las preferencias y evaluaciones de los demás.<br />

Esta intimidad compartida con conocidos y desconocidos es una performance; también<br />

un juego de máscaras, de encarnar distintas personas y roles. Una manera de experimentar<br />

con las posibilidades de la presentación del yo que facilitan estas tecnologías,<br />

que proporcionan elementos para la confi guración del yo y para su auto y hetero-evaluación,<br />

gracias a la capacidad para probar las reacciones de los demás. Las redes sociales,<br />

webcams y fotoblogs no son siempre, por tanto, ni principalmente, medios de confesión<br />

donde desvelamos nuestra personalidad. Son escenas donde se juega en<br />

compañía la ronda de la presentación-representación-encarnación de las múltiples caras,<br />

cuerpos y apariencias de uno mismo.<br />

En estas prácticas se da una reversibilidad de la mirada, en una relación recíproca con<br />

los otros que también muestran sus imágenes. En muchos casos son las demandas de<br />

reciprocidad, de ver o recibir nuestras fotos, por parte de aquellos con quienes estamos<br />

en contacto, las que llevan de hecho a iniciarse en la práctica de hacerse y compartir<br />

autofotos. Esta situación es completamente distinta a los dispositivos de vigilancia<br />

o al voyerismo tradicional, donde la distancia y la separación entre el observador<br />

y lo observado es máxima (Villota, 2001). Aquí el que mira también se expone y busca<br />

la mirada de los demás. Así, este complejo juego de miradas consiste en exponerse al<br />

escrutinio de un público parcialmente elegido y seleccionado, eligiendo con cuidado<br />

cómo los demás nos ven, tomando en cuenta lo que creemos que son sus deseos y<br />

expectativas, con el fi n de mantener su interés, y por lo tanto aumentar las posibilida-

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