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JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES

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Introducción. De la cultura postindustrial a las estrategias de los jóvenes<br />

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tos. Si bien este modo de trabajar por proyectos, contratando y descontratando gente,<br />

permitiendo a algunos liberarse de la rutina e innovar en tareas diversas, dinamiza la<br />

economía, también perjudica a muchos. En palabras de Richard Sennet, corroe el carácter<br />

y debilita la solidaridad social. ¿A qué se refi ere cuando dice esto? Corroe especialmente<br />

“aquellos aspectos del carácter que unen a los seres humanos entre sí y brindan<br />

a cada uno de ellos una sensación de yo sostenible” (Sennett, 2000: 25). A veces llega a<br />

volverse ilegible el sentido social. La extrema fl exibilidad e inestabilidad laboral puede<br />

hacernos menos creativos y no saber cómo encarar las difi cultades. Da un ejemplo sencillo<br />

analizando qué ocurre en las panaderías informatizadas. Los trabajadores ven iconos<br />

que representan el color del pan, su temperatura y tiempo de cocción, pero pierden<br />

toda relación con las diferencias físicas de los tipos de pan –italiano, francés– y con la<br />

intimidad del proceso de trabajo: “en realidad los panaderos ya no saben cómo se hace<br />

el pan. El pan automatizado no es una maravilla de la perfección tecnológica; las máquinas<br />

a veces se equivocan en los panes que están cocinando, por ejemplo, y no calculan<br />

correctamente la fuerza de la levadura o el color real del pan. Los trabajadores pueden<br />

juguetear con la pantalla para corregir un poco esos defectos; lo que no pueden hacer es<br />

arreglar las máquinas o, lo que es más importante, preparar pan manualmente cuando<br />

las máquinas se estropean, cosa que ocurre con bastante frecuencia. Los trabajadores<br />

dependen de un programa informático y, en consecuencia, no pueden tener un conocimiento<br />

práctico del ofi cio. El trabajo ya no les resulta legible, en el sentido que ya no<br />

comprenden lo que están haciendo” (Sennett, 2000: 70-71).<br />

No se trata sólo de un problema de efi cacia técnica. Aparece la “confusión de los trabajadores<br />

respecto de sí mismos. En todas las formas de trabajo, desde la escultura a servir<br />

comidas, la gente se identifi ca con las tareas que son un reto para ellos, tareas que son<br />

difíciles; pero en este lugar de trabajo fl exible, con sus trabajadores de distintas lenguas<br />

que entran y salen cumpliendo un horario irregular, con pedidos radicalmente distintos<br />

cada día, la maquinaria es el único criterio real de orden, y por eso tiene que ser sencilla<br />

para todos. La difi cultad es contraproducente en un régimen fl exible. Por una terrible<br />

paradoja, cuando reducimos la difi cultad y la resistencia, creamos las condiciones para<br />

una actividad acrítica diferente por parte de los usuarios” (Sennett, 2000: 74-75).<br />

Por otro lado, el carácter incierto y siempre cambiante de las relaciones laborales, si<br />

bien puede atraernos porque deshace la rutina, crea “redes amorfas”, desorganiza nuestro<br />

sentido del tiempo y nos desconecta del tiempo de los otros. “El problema al que nos<br />

enfrentamos es cómo organizar nuestra vida personal ahora, en un capitalismo que<br />

dispone de nosotros y nos deja a la deriva” (Sennett, 2000: 123).<br />

Me gustaría matizar estas afi rmaciones de Sennett, escritas hace 12 años, a la luz de lo<br />

que hoy percibimos con el avance de Internet y las redes sociales. Para muchos jóvenes<br />

que desean hacer artes visuales y no logran exhibir en galerías ni museos, las escenas<br />

al ternativas on line y off line están facilitando autogenerar otros modos de informarse,<br />

crear y comunicar. Estamos comprobando que, frente a los fi ltros impuestos por la con-

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