JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES
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Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales<br />
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vienen en el momento de la producción y la autoría. En ocasiones hallamos colaboración<br />
entre artistas y curadores, pero a menudo se perciben disputas entre quienes priorizan<br />
la competencia visual o la discursiva, entre quienes ponen el énfasis en el aspecto<br />
creativo o en la organización conceptual. Semejantes rivalidades ocurren entre artistas<br />
y gestores o promotores culturales. A veces, los propios artistas extienden su labor a la<br />
curaduría y la promoción, especialmente en los espacios llamados independientes o<br />
autogestivos. A la inversa, curadores –que suelen provenir de la fi losofía o la antropología,<br />
no de la historia del arte– se presentan como artistas. De un modo u otro, se altera<br />
la secuencia clásica que comenzaba con la creación y colocaba en estadios posteriores<br />
la exhibición, comunicación e interpretación de las obras.<br />
En la música el DJ, los ingenieros de sonido y otros que posproducen a partir de materiales<br />
previamente creados por artistas reconocidos modifi can también los lugares de producción,<br />
circulación y apropiación. Pese a este carácter derivado de sus trabajos muchos<br />
DJ se definen como creadores. Cambian, asimismo, la interacción entre el<br />
momento creador, antes entendido como solitario e individual, y las escenas de comunicación,<br />
escucha, baile y fi esta. Así como los restaurantes, bancos y tiendas de diseño<br />
confi guran el sentido del arte al exponer obras, la música hecha por jóvenes circula cada<br />
vez menos en tiendas de discos –incluso en discos– y se mezcla con actividades desplegadas<br />
en cafés, medios audiovisuales, museos, centros culturales polivalentes y sobre<br />
todo los sitios de Internet y las redes sociales. El signifi cado de los bienes artísticos y los<br />
criterios de valoración se reformulan en escenas expandidas donde también juegan las<br />
modas de ropa, los gustos gastronómicos, los valores de velocidad y entretenimiento<br />
de las industrias culturales, las zonas hipster de la ciudad, como la Condesa, la Roma y<br />
el Centro Histórico. Cabe aclarar que, si bien hay una expansión coincidente de distintas<br />
prácticas en estos territorios urbanos, son más restringidos los espacios de las artes<br />
visuales, en tanto los de la música (de los distintos estilos de música joven) se diseminan<br />
más en zonas populares.<br />
¿Es general la tendencia a disolver los lugares sociales específi cos y las diferencias entre<br />
productores, intermediarios y receptores? Los textos más utópicos sobre esta mezcla<br />
de roles hablan de prosumidores, otro de los nombres ensayados para designar a los<br />
actores creativos jóvenes que habrían desdibujado las fronteras entre producción y<br />
consumo. Sin embargo, no parece que el intercambio de roles y las parciales experiencias<br />
de alteración del orden tradicional de producción-circulación-consumo señalen el<br />
único sentido del cambio. Un sector de los artistas, escritores y editores emergentes<br />
adhiere a los procedimientos tecnológicos y sociales en los que se produce y consume<br />
en una continuidad incesante. No obstante, como lo anotan varios estudios sobre el<br />
mundo editorial, existen nodos, puntos estratégicos donde se controla o se reorienta la<br />
circulación. Las bienales de arte, los grandes festivales de música y las principales ferias<br />
internacionales de libros mantienen las jerarquías y cierto orden económico-cultural.<br />
Sigue habiendo mainstream, estructuras con ciertos embudos que fi ltran la diversidad.<br />
Esos puntos, ciudades o instituciones estratégicos son tomados como referencia, aun-