JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES
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Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales<br />
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prende los usos de los dispositivos, las maneras de posar, el juego con las luces y los<br />
espacios, el uso de programas y aplicaciones para editar las fotos, las maneras de ver el<br />
propio cuerpo y el de los demás, o el cómo obtener de los otros las imágenes que nos<br />
gustaría ver. Así, estos tres aspectos, presentación-representación-encarnación, que se<br />
desarrollan en una relación circular, constituyen una forma de actuación (performance)<br />
realizada para una audiencia de allegados, conocidos y extraños, donde de manera<br />
compleja y distinta según son los usuarios emergen puestas en escena de juegos de<br />
máscaras, y también puestas en escena de la autenticidad. En palabras de un entrevistado<br />
lo importante “no es cómo salimos, sino cómo nos ven”.<br />
Este bucle de presentación-representación-encarnación de las prácticas del autorretrato<br />
digital se confi gura dentro de una lógica de accesibilidad, que es común a la fotografía<br />
y a las redes sociales. Accesibilidad a los demás y de los demás, de informaciones e<br />
imágenes acerca de nosotros, accesibilidad a través de la fotografía a lo fotografi ado,<br />
accesibilidad a nosotros mismos a través del acto de fotografi arnos; y por lo tanto también<br />
de apropiación de lo fotografi ado, propiedad que se comparte en cierta forma al<br />
colgar las fotos, apropiación que se revela al coleccionar y guardar las fotos, tanto las<br />
propias como las recibidas de otros.<br />
El poder de inscripción de los dispositivos digitales puede apreciarse en otras de las atribuciones<br />
que hacen los entrevistados acerca de estas prácticas fotográfi cas, cuando distintos<br />
procesos y diferenciaciones sociales (edad, clase, género) son interpretados y reconocidos<br />
a partir de rasgos de las prácticas, bajo la forma de lo que se considera apropiado o<br />
inapropiado. Así por ejemplo la maduración, el paso de la adolescencia a ser adulto, se reconoce<br />
a través del proceso de aprendizaje, los cambios en la motivación, la frecuencia y<br />
el tipo de fotos que se hacen y enseñan. Según sean tus prácticas y usos, así se puede<br />
determinar tu madurez. Cuando eran más jóvenes, dicen, se hacían más fotos y les preocupaba<br />
más la inmediatez, la rapidez en compartirlas, tenían “ansia por enseñar”. Dicen<br />
nuestras entrevistadas que, adolescentes, les preocupaba más el aspecto físico, mostrar<br />
fotos en que salieran guapas, mientras que ahora buscan fotos que muestren su estado<br />
de ánimo y su personalidad. Con la edad, mejores fotos, más bonitas, mejores cámaras,<br />
más selectivas, aunque se tengan más arrugas. “He aprendido a posar.”<br />
También se reconocen prácticas de género, las que serían apropiadas para mujeres y<br />
para hombre, e incluso de clase. En este caso hay que señalar una inconsistencia entre<br />
las afi rmaciones y las observaciones, pues es evidente que los hombres posan, incluso<br />
lo describen abiertamente en las entrevistas. Aunque afi rmen no hacerlo en otros momentos,<br />
ya que “posar es de mujeres”. Lo mismo ocurre con las atribuciones que asignan<br />
ciertas poses – por ejemplo las fotos delante del espejo sin camiseta – a jóvenes<br />
periféricos de clase trabajadora, cuando la etnografía virtual muestra que se trata de<br />
una pose extendida y convencional, practicada por jóvenes y menos jóvenes, de diversa<br />
extracción social (dentro de los límites que la observación de contenidos de webs y<br />
perfi les ofrece a la hora de realizar las atribuciones de clase). Nos encontramos aquí