JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES
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Jóvenes y corrientes culturales emergentes<br />
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transformaciones en curso en la ciudad y el modo en que estas encarnan en la vida de<br />
personas concretas. Permitía incluir de manera específi ca a los jóvenes, en particular<br />
un sector dotado de gran visibilidad económica y cultural. Coincidimos en el interés<br />
estratégico de tomar como centro de la atención una diversidad de prácticas, centrándonos<br />
en las de algunos jóvenes (y no tan jóvenes) que hacen creación de maneras<br />
poco convencionales, trabajando por proyecto, alternando tipos de actividad, entrelazando<br />
sus saberes profesionales con su gusto personal y su modo de vida,<br />
mostrando capacidad para establecer tendencias o conectarse con las ya existentes<br />
en áreas de la expresión, el arte, la moda, la tecnología, la literatura, los blogs, las redes<br />
sociales, el diseño visual, el activismo, la crítica social, así como en otras menos<br />
institucionalizadas como las de coolhunters, community managers y VJ. Nos interesó<br />
el ofrecimiento de establecer una comparación México DF/Madrid, en la convicción de<br />
que se trata de un fenómeno considerablemente transurbano, más comprensible en<br />
la relación entre metrópolis de un ecúmene global que tomando sociedades nacionales<br />
como horizonte. Este estudio nos ha permitido atender a un colectivo que protagoniza<br />
(y sufre) algunos de los más importantes cambios culturales en curso, así<br />
como relacionarlos con la transformación metropolitana que ya veníamos trabajando.<br />
Finalmente, añadió una dimensión comparativa a la etnografía al darnos como<br />
referencia de contraste el extenso material analizado por los colegas del grupo mexicano,<br />
que dirige en la UAM Néstor García Canclini.<br />
Al mismo tiempo, nos pareció saludable arrancar con un cuestionamiento de las categorías<br />
mismas de la “tendencia” y lo trend. No en el sentido de que carezcan de interés<br />
para interpretar las novedades emergentes, sino más bien en cuanto que precisan una<br />
toma de distancia. Conviene considerarlas una construcción social en sí misma, que –<br />
igual que la de las tribus urbanas– algunos actores hacen suya y otros no. Dependen<br />
de una capacidad desigualmente repartida para defi nir lo que es o no tendencia, lo que<br />
puede o no ponerse de moda, lo que tiene o no presente y, sobre todo, futuro. Hay que<br />
colocarlas entre corchetes, entenderlas como una teoría nativa, una etiqueta más o<br />
menos legitimada por agencias institucionales y mercantiles. La categoría tiene la virtud<br />
indiscutible de permitir reconocer una problemática, poner nombre a un campo de<br />
fenómenos y recortar una población de estudio del máximo interés. Mas resulta difícil<br />
asumirla como si describiera una realidad prefi gurada (la de los “sujetos creativos”).<br />
Entre los límites achacables a un uso ingenuo de esta categoría podemos señalar los<br />
siguientes: (a) atribuye un carácter personalizado a procesos de creación cultural que<br />
se caracterizan, precisamente, por la difusión de formas distribuidas de conocimiento,<br />
el protagonismo de las redes como sujeto colectivo y lo que R. Lemos ha denominado<br />
“modos abiertos de operación cultural” (cit. en Delgado, 2009). (b) Pasa por alto dimensiones<br />
de clase y capital cultural de los jóvenes que resultan determinantes de<br />
cara a su posicionamiento individual. (c) Evoca formas de autoempleo y promoción<br />
económica que muchas veces no se producen. (d) Establece un vínculo dudoso entre el<br />
éxito de ciertas propuestas o personas y su capacidad para liderar de hecho el comportamiento<br />
del resto.