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JÓVENES, CULTURAS URBANAS Y REDES DIGITALES

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Jóvenes y corrientes culturales emergentes<br />

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turas de oportunidad a las que responden? ¿Qué relación existe entre sus lógicas de creación<br />

y las del consumo juvenil? ¿En qué medida están reformulando las formas de operar<br />

de las industrias culturales convencionales?<br />

Estas fueron las preguntas iniciales. Si –como probablemente juzgará el lector– muchas<br />

de ellas quedan aquí apenas esbozadas, la riqueza del material acumulado justifi ca sobradamente<br />

el viaje. Y si bien es cierto que nuestro punto de partida fue un saludable<br />

escepticismo respecto a la categoría de tendencia, lo que íbamos encontrando cuestionaba<br />

también nuestros supuestos, nos obligaba a matizarlos, realizando un esfuerzo<br />

extra para dar sentido a los datos y encajarlos en el rompecabezas. Primero nos topamos<br />

entre las personas entrevistadas con un tono más complaciente, menos quejoso<br />

del que hubiéramos esperado, teniendo sobre todo en cuenta que algunas estaban sin<br />

trabajo fi jo o en situaciones económicas poco desahogadas. Cuando el corpus de entrevistas<br />

se hallaba avanzado y habíamos reacomodado nuestra perspectiva sobre el tipo<br />

de gente que estábamos entrevistando –alguien en el equipo, aún no sé si con buena o<br />

mala fortuna, los bautizó irónicamente como la Generación Encantados de conocerse–,<br />

en ese momento se desató el 15M con su exteriorización de un malestar generacional<br />

imposible de ignorar y la participación implicada de activistas, tecnólogos, científi cos<br />

sociales, comunicadores y artistas nada lejanos de los informantes con los que acabábamos<br />

de hablar. El estudio cuantitativo y los grupos de discusión trajeron sus propias<br />

sorpresas. En uno de los grupos, ante la pregunta por lo que mejor podría defi nir a la<br />

actual generación de jóvenes en España, uno de los participantes enunció con rotundidad:<br />

“Nosotros somos la Generación del Desengaño”.<br />

En esta especie de sube-y-baja, de montaña rusa para interpretar adecuadamente las<br />

claves generacionales de un colectivo –entre los extremos del optimismo del encantamiento<br />

y el derrotismo del desengaño– hemos invertido buena parte del esfuerzo analítico<br />

de estos meses. Y si de entrada nos manifestamos escépticos respecto al concepto<br />

de tendencia y sus derivados (del cual el trendsetter sería una especie de<br />

personalización mercadológica), lo cierto es que a lo largo del proceso de investigación<br />

la categoría de hecho se nos fue pegando, ya sea por pregnancia o economía cognitiva.<br />

Mis carpetas con transcripciones las rotulé como “trends”. En Designit, empresa que<br />

ha realizado el cuantitativo, bautizaron el proyecto como “trendsetters”. En boca del<br />

equipo íbamos catalogando, casi sin querer, a las personas, sus actitudes o sus obras<br />

según parecían más o menos Trendys (en esto Gloria Durán, quien aporta el texto sobre<br />

jóvenes en el mundo del arte contemporáneo, fue particularmente responsable,<br />

pues en ningún terreno como en ese el concepto de tendencia llega a ser tan afi lado,<br />

objetivado e interiorizado por los actores). Por más que intentáramos deshacernos de<br />

lo trendy, fi nalmente nos acompañó todo el tiempo. Por esa razón me ha parecido honesto,<br />

a la hora de redactar las conclusiones de este estudio, volver sobre la metáfora<br />

originaria para hacer un balance de las luces y las sombras de ese concepto; mostrar, a<br />

la luz de la etnografía reunida, qué aspectos ilumina y cuáles oscurece de la condición<br />

juvenil que nos sigue.

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