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<strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> y la Filiación Divina 171<br />
el mismo sentido que Pedro. Como Hijo en este sentido<br />
ético, religioso, vivió interna y externamente en una<br />
relación justa con el Padre. Obedeció la ley ritual y moral,<br />
sirvió a su Padre, oró a <strong>El</strong>, lo amó y tuvo intimidad con <strong>El</strong>.<br />
Desde su más tierna infancia hasta exhalar el último suspiro<br />
en la cruz cuando exclamó, 'Padre, en tus manos encomiendo<br />
mi espíritu,' vivió en esta relación Hijo - Padre por lo<br />
que respecta a su naturaleza humana. En este sentido ético,<br />
religioso, a diferencia de sus filiaciones intratrinitaria,<br />
mesiánica, y de nacimiento, fue Hijo de Dios. Lo fue de<br />
una manera semejante a la forma en que los cristianos son<br />
hijos de Dios, con excepción, desde luego, de que los<br />
cristianos son hijos adoptados, y él lo era por naturaleza.<br />
En esta filiación ética, religiosa, Jesús también dependió<br />
del Espíritu <strong>Santo</strong>. Como vimos en un capítulo anterior,<br />
la gracia de Dios estaba con él (Lc. 2.40) en la<br />
forma del Espíritu <strong>Santo</strong>, 'Espíritu de sabiduría yde<br />
inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de<br />
conocimiento y de temor de Jehová' (Is. 11.2). Como<br />
Hijo de Dios en su naturaleza humana, Jesús dependió<br />
de que el Espíritu <strong>Santo</strong> morara en él, para que lo protegiera<br />
de pecado, lo hiciera triunfar sobre las tentaciones,<br />
y lo capacitara para hacer el bien.<br />
Vemos, pues, cómo el Espíritu <strong>Santo</strong> es indispensable<br />
para las tres filiaciones diferentes de Jesucristo.Si no<br />
hubiera sido por el Espíritu <strong>Santo</strong>, Jesús no hubiera<br />
estado pertrechado para su filiación y obra mesiánica.<br />
Tampoco hubiera nacido sobrenaturalmente. Tampoco<br />
hubiera vivido en su naturaleza humana la vida de perfección<br />
que vivió y, en consecuencia, no hubiera sido el<br />
Salvador sin pecado, cuya vida humana de santidad puede<br />
considerarse como nuestra. Debido a la acción del Espíritu<br />
<strong>Santo</strong> en tres de las cuatro filiaciones de Jesucristo,