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94 <strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong><br />
En otros lugares, la Biblia describe al hombre sin el<br />
Espíritu <strong>Santo</strong> como un cadáver, completamente incapaz<br />
de hacer nada (Ef. 2.1); o como huesos secos de un<br />
esqueleto humano esparcidos por un valle, sin vida en<br />
ellos (Ez. 37). En una situación así el único que puede<br />
ser de ayuda es Dios, quien puede hacer que una persona<br />
viva espiritualmente y de hecho así lo hace (Ef. 2.1). Es<br />
evidente que los huesos secos no pueden unirse solos, ni<br />
revestirse de carne, ni tampoco procurarse vida. Esto<br />
requiere al Espíritu del Señor. Y también es cierto que<br />
el cuerpo exánime, del que se habla en Efesios 2.1, no<br />
puede contribuir en nada, porque está muerto. Así pues,<br />
es una imposibilidad absoluta que el hombre natural sin<br />
el Espíritu del Dios vivo se acerque a Dios.<br />
En lo espiritual está tan muerto como el soldado en el<br />
campo de batalla que ha yacido en un sendero durante<br />
días. Hacer que ese soldado se levante por sí mismo y se<br />
salga del sendero es imposible. Se le puede presentar la<br />
mejor argumentación del mundo de por qué no debería<br />
yacer ahí, y no se moverá. Se le puede gritar aÍ oído y<br />
de nada le servirá. Se puede tratar de zarandearlo o darle<br />
patadas, y seguirá sin levantarse del camino. Porque el<br />
soldado está muerto. Si ha de moverse, será necesario<br />
que Dios entre a su vida y lo restaure, como hizo Jesús<br />
con Lázaro, quien ya había empezado a descomponerse<br />
(In. 11.39)·<br />
Exactamente lo mismo sucede en el campo espiritual,<br />
donde por naturaleza el hombre está tan muerto que está<br />
espiritualmente putrefacto. Si esa persona está muerta,<br />
uno se lo podrá acercar de muchas maneras distintas, pero<br />
ni querrá ni podrá responder. Se puede intentar el enfoque<br />
de la cucharada de miel o el del vinagre. Se puede tratar<br />
de seducirlo con prómesas dulces de perdón de sus peca-