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<strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong>y sus Símbolos 215<br />
puede entender por completo. Tanto él como sus operaciones<br />
son invisibles. Al igual que en el caso del viento,<br />
uno puede ver los resultados, pero no la actividad misma<br />
que produce los resultados. Un huracán azota una isla<br />
del Pacífico. Mueve toneladas de agua que se convierten<br />
en olas montañosas. Las popas de grandes barcos se salen<br />
fuera del agua, sólo para caer de nuevo golpeando el agua<br />
con violencia. Los árboles se doblegan y son arrancados<br />
de cuajo. Los techos de las casas quedan destrozados.<br />
Las consecuencias de la tempestad son bien evidentes.<br />
Pero nadie ha visto nunca el viento que las produce. Es<br />
invisible. Así es también el Espíritu, dijo Jesús. Uno<br />
puede ver los resultados de la acción del Espíritu: santidad,<br />
buenas obras y vidas poderosas; pero no se puede<br />
ver al Espíritu <strong>Santo</strong>. Es como el viento.<br />
La recepción del Espíritu en Pentecostés ilustra este<br />
mismo punto. Es evidente que estuvo allá, porque los<br />
apóstoles hablaron en lenguas y realizaron muchas señales<br />
y maravillas. Pero nadie pudo ver al Espíritu. O mejor<br />
dicho, sólo hubo un símbolo del mismo: 'un estruendo<br />
como de un viento recio' (Hch. 2.2). Dios utilizó el viento<br />
como emblema del Espíritu para indicar, entre otras cosas,<br />
su carácter invisible.<br />
Un segundo significado del símbolo viento es poder. <strong>El</strong><br />
huracán, el tifón y el tornado manifiestan una fuerza<br />
tremenda, aunque cualquier clase de viento tiene algo de<br />
poder. Lo mismo ocurre en el caso del Espíritu <strong>Santo</strong>.<br />
<strong>El</strong> hombre lucha tenazmente contra Dios. N o quiere tener<br />
nada que ver con el Salvador. Otros hombres no lo pueden<br />
persuadir con lógica o elocuencia. Es necesario el poder<br />
para tocar su vida. Y el Espíritu <strong>Santo</strong> tiene ese poder,<br />
lo mismo que el viento. Cuando llega a la vida de un<br />
pecador, produce cambios radicales. Penetra en las en-