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72 <strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong><br />
<strong>El</strong> telescopio no sitúa un objeto nuevo delante de la<br />
persona, sino que hace visible lo que ya está allí.<br />
Así sucede con la iluminación por medio del Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>. <strong>El</strong> Espíritu abre los ojos espirituales del hombre<br />
para que vea la revelación que ya está ante él. Mil revelaciones<br />
nuevas no ayudarían a que el hombre vea, si no<br />
puede ver ni una. La iluminación, pues, consiste, no en<br />
comunicar un conocimiento nuevo, sino en abrir los ojos<br />
del hombre para que vea lo que está claramente delante<br />
de él.<br />
Conclusión<br />
Estos hechos explican sucesos que de otro modo serían<br />
enigmáticos. A veces se piensa que si el cristianismo es tan<br />
bueno, si ofrece los mayores beneficios para este mundo y<br />
el mundo venidero, si es tan lógico, si es la fuente de todo<br />
conocimiento verdadero, entonces ¿por qué no cree más<br />
gente? ¿Por qué las iglesias en su mayoría, integradas por<br />
graduados de universidad y profesionales? ¿Por qué los<br />
más educados no llenan las iglesias?<br />
La respuesta es, desde luego, que hacerse cristiano no<br />
depende de la sabiduría del hombre sino de la acción<br />
iluminadora del Espíritu <strong>Santo</strong> para que el que está espiritualmente<br />
ciego pueda ver.<br />
Por esta misma razón, en ocasiones las personas con<br />
menos probabilidad aceptan a Cristo. A veces miramos<br />
a una persona desde un punto de vista humano y pensamos;<br />
'Esta persona está perdida sin remedio. 'Está demasiado<br />
cerrada para llegar a ser cristiana. Nada le importa.<br />
Está demasiado empedernida en el pecado. Lanza juramentos<br />
terribles. Su vida es escandalosa.' Y sin embargo,<br />
para sorpresa nuestra, esa persona se vuelve receptiva al<br />
evangelio. Ese pecador endurecido que nunca derramó