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62 <strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong><br />
Conclusión<br />
<strong>El</strong> resultado de esta actividad y control del Espíritu <strong>Santo</strong><br />
es un libro que, respecto a los otros libros, es lo que Jesús<br />
hombre es, respecto a los otros hombres. Así como la<br />
gente notó que Jesús hablaba no como otros hombres, no<br />
como los escribas, sino como quien tiene autoridad; así<br />
también nosotros notamos que la Biblia habla, no como<br />
otros libros, sino con autoridad. Así como Jesús fue alguien<br />
que poseyó no sólo la naturaleza humana sino también<br />
la divina, así la Biblia tiene no sólo naturaleza<br />
humana, en cuanto fue escrita por hombres, sino también<br />
naturaleza divina, en cuanto fue escrita por Dios. Del<br />
mismo modo que Jesús es la Palabra de Dios, así también<br />
lo es la Biblia. Y del mismo modo que Jesús es Señor de<br />
Señores, así también la Biblia es el Libro de los libros.<br />
La Biblia, pues, es la Palabra misma de Dios, y no<br />
simplemente un documento que contiene esa palabra. Es<br />
Dios que habla a los hombres todos los días. Es un milagro<br />
vivo del aliento de Dios. Y por esta razón, como lo mencionamos<br />
al comienzo de este capítulo, el hombre puede<br />
poseer la certeza absoluta que los filósofos de todos los<br />
tiempos han buscado. Acudiendo a la Biblia se puede poseer<br />
conocimiento verdadero y cierto, que satisface, en forma<br />
profunda, esa ansia natural del hombre. Por consiguiente,<br />
alabemos también al Espíritu <strong>Santo</strong> por esta tercera acción<br />
estupenda: no sólo por su acción en la creación, no solamente<br />
por su actividad penetrante en el campo de la<br />
gracia común que hace que este mundo sea vivible, sino<br />
también por hacer posible que podamos oír precisamente<br />
en este momento, y por todo lo que dure nuestra vida, la<br />
voz de Dios, que está contenida de modo permanente e<br />
infalible en la Biblia.