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<strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> y la Creación<br />
su alto estado original de rectitud. Se echó a perder,<br />
quedó herido, confundido, e incluso muerto espiritualmente.<br />
Perdió el conocimiento genuino y la disposición<br />
santa que poseía. Dejó de ser lo que el Espíritu lo había<br />
hecho.<br />
Pero nuestro buen Dios no dejó al hombre en un estado<br />
tan lamentable. Antes bien, por medio del que lo había<br />
hecho justo y santo en un primer momento, el Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>, creó al hombre de nuevo. <strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> lo hizo<br />
una nueva ériatura en Cristo (2 Co. 5.17). Hizo a los<br />
hombres 'hechura suya, creados en Cristo Jesús para<br />
buenas obras' (Ef. 2.10). Lo renovó al poner en él a un<br />
hombre nuevo que había sido 'creado en la justicia y<br />
santidad' y conocimiento. (Ef. 4.24 Y Col. 3.10).<br />
Adviértase la semejanza existente entre la primera creación<br />
y esta nueva creación del hombre por el Espíritu<br />
<strong>Santo</strong>. <strong>El</strong> Espíritu <strong>Santo</strong> dio a Adán justicia, una justicia<br />
que era inmaculada. Así también, en la nueva creación, el<br />
Espíritu <strong>Santo</strong> capacita al hombre para poseer la justicia<br />
de Jesucristo que es perfecta. Esta es incluso una justicia<br />
mejor que la de Adán, ya que nunca se puede perder,<br />
mientras que la de Adán no sólo podía perderse, sino que<br />
de hecho se perdió.<br />
Así, como en la primera éreación el Espíritu <strong>Santo</strong> hizo<br />
al hombre santo en forma individual, tambien en la segunda<br />
creación el Espíritu hace al hombre santo en forma<br />
individual, por la regeneración y la santificación.<br />
Adviértase luego que como en la creación del mundo<br />
el Espíritu <strong>Santo</strong> no creó de la nada, sino que dio vida,<br />
orden, y belleza a la tierra muerta, inerte, en tinieblas, en<br />
desolación y vacío, moviéndose 'sobre la faz de las aguas,'<br />
así también en la nueva criatura en Cristo, no hay destrucción<br />
del hombre pecador y luego una creación de un