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grumo / número 02 / octubre 2003<br />
La Refalosa, El Matadero: Lo abyecto ejemplar<br />
Mario Cámara<br />
"En la tortura para hacer confesar hay algo de investigación y hay algo de duelo"<br />
MICHEL FOUCAULT<br />
El texto de Esteban Echeverría “El matadero”, escrito entre 1838 y 1840, fue<br />
rescatado de forma póstuma por José María Gutiérrez y se incluyó en sus obras<br />
completas en el año 1871 bajo el rótulo “cuadro de costumbres”. En aquel<br />
entonces el relato aún no era considerado una ficción. Sin embargo, el tiempo y<br />
la insistencia de sucesivas lecturas lo transformarían en un texto fundacional de<br />
nuestra literatura. Extraño derrotero para el relato: apenas unos papeles encon-<br />
trados muchos años después de la muerte de su autor, indefinición genérica y<br />
la colocación en el origen de nuestra literatura, como si hubiera sido producido<br />
sobre el desierto.<br />
El poema "La refalosa" fue compuesto por Hilario Ascasubi entre 1843 y<br />
1851, en la ciudad de Montevideo durante un exilio que duraría casi veinte<br />
años. "La refalosa" conoció su edición definitiva en 1872 en Francia, dentro<br />
de un libro titulado Paulino Lucero o los gauchos del Río de la Plata can-<br />
tando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental<br />
del Uruguay, preparada por su autor poco antes de morir. En el poema se<br />
narra la amenaza dirigida al gaucho Jacinto Cielo y para ello se vale de la nar-<br />
ración de una tortura a un unitario que carece de nombre. De este modo,<br />
tanto relato como poema tienen un punto de unión: las operaciones sobre los<br />
cuerpos de los unitarios. Ambos construyen sus historias con materiales<br />
abyectos: el castigo físico y verbal que precederá a la tortura, nunca ejecuta-<br />
da, en el caso del joven unitario en "El matadero"; la tortura que precederá a<br />
la muerte en el sujeto anónimo en "La refalosa". De las resistencias o no que<br />
los cuerpos ofrecerán a dichas operaciones surgirán, como resultado, modos<br />
de la ejemplaridad. La ejemplaridad que pretendo abordar en este trabajo<br />
debe entenderse como aquella figura perteneciente a la inducción retórica: el<br />
exemplum. 24<br />
En el entramado del mismo 25 , el concepto de lo abyecto adquiere una con-<br />
figuración diferente al modo en que aparece como pensable hoy. Pues no se<br />
trata de reflexionar aquí sobre la aparición en el texto de una escena destina-<br />
da a instaurar una ambigüedad debido a la fascinación que esta puede ejercer<br />
sobre el lector, tal como podría pensarlo Julia Kristeva; pero tampoco como<br />
lo entendió el positivismo cuya construcción de lo abyecto sirvió para dar<br />
cuenta de la transgresión que escapaba a la norma. De acuerdo a la lógica<br />
que instituye el exemplum no deberíamos entender los textos de Echeverría<br />
y Ascasubi como letanías de derrota ni como tragedias, sino como escritos<br />
destinados a crear una resistencia. El uso de lo abyecto como estrategia liter-<br />
aria y política, se convierte de este modo, en la lógica de dos de estos dos tex-<br />
tos. Uso que en "El matadero" someterá al cuerpo del joven unitario al poder<br />
y la violencia del Estado pero que al mismo tiempo lo constituirá como suje-<br />
to político: resistencia posible que se despliega en el instante mismo de la<br />
muerte; uso que en "La refalosa" someterá un cuerpo anónimo hasta despo-<br />
jarlo de toda humanidad y transformarlo en una cosa: resistencia que emerge<br />
mediante un cúmulo de sustracciones.<br />
1 4 8]<br />
Uno y otro contienen diferencias sustanciales. En primer lugar porque uno,<br />
"El matadero", se detiene en el momento en que el otro, "La refalosa",<br />
comienza. En este sentido, habrá en "El matadero" tres lógicas en pugna: la<br />
D o s s i e r