[9 9 Nestor Perlongher - Fuga de la pantera acuática 1 . LA QUE TRAS AG OTAR LOS CAIRELITOS que maquillan o fingen el lumínico hueco con tapices de strass, se trepa a los postigos del caballo y unce, con la estopa de su cola, la piel trastabillada de una fuga, o tro p i eza, al erguirse, al elevarse, con la voz de unas fugas, o unas lajas, dispuestas al traspié, o unas columnas h e rculanas, pero BAJO LAS FAJAS Y LOS BRETELES y los botones de coral, el limo limaba las coyundas, los rodetes, y en el desmelenarse, el estampi-do, riza la lisa s e renidad del día, o la trompea, aullante, en el fuyí, riente por liera, rebaba de los belfos que despotrican crines, ese gri-to, el grito de la ellácea en la ascen- sión, penosa, casi fracasando, en el caer y el re c a e r, volados, miasma de puru- lento salvia, en el exten-sión del belfo, por acuático lábil, a cuatro jarras, el almidón de pla-ta nubila, por raer, saltadas las tapitas, los cordones del taco, en el tre p a r, si clínico cautivo, los espirales del fuyí, al sur, nómade buda, agu- j e rea el mosquitero, deja escapar las liendres del jabón, en la tundra incre a d a de su viaje. 2 . Y SI AL VESTIDO DE "PANTERA ACUÁTICA", por esquirlas ajado, lo desflecan, en jirones de rock, andrajos pétreos, un sulfil de bretel escama el D o s s i e r p e l t re, raya de las coyundas en la fruslería, el frívolo toi-lette del tocador, dos manos, si las patas tomaron su lugar, el belfo o bozo repetido aspiran, lo dele- ble de ese lazo, en listras de jubón de filafil, manteau, con que la capan, pero SI DE SU PIE DELGADO (piel morena) estrías eran alas, de zarpe, en el jas- peado de su jade, si su divino resplandor (jadea) camisas (o camelias) amon- tonaba en el desván, mohoso, que ahora abría, a las playas de náyades, el bard o por canal, precipitaba al precipicio, trotzka, su tornasol de peltre desafía, en argentino humor, los cairelitos -ceniceros carnales- en la huida. LE MOJA EL LÓBU LO a la profesora de piano para que busque en el zaguán las huellas, los indicios, amalina, fantoches del horror acumula en la pira del despiole: en la disipación de los polvillos, rústicos cancerberos alzaban el tobil- lo de su ariete, mondas planas mordaces mondaduras, por reducir el pataleo al chillido de un ánade en la grima: a la lamentación -si sus ocelos, lánguidos en la vivacidad, impresionaban al rebenque, o al latiguillo de la voz, a la mule- ta del aliento, níveas, casi celestes, eran las mordeduras del caballo en el áspero hule de la fuga, en el borde, en la pileta. Cosían con albaricoques cucuru c h o s de banlon, el platino en la muesca de la herida. Fuese el manar de náusea o pus, puesta la casa para arriba, litios cual fósforos fugaces traspasaban el tul, fuese la rancia purpurina a descascarse, o en un abrupto puntapié la jarcia del velamen a rasgarse, si el soplo, retobado aullaba hendía los figurines en tecni- color con el peltre cascado de su raya. 3 .
grumo / número 01 / marzo 2003 Nestor Perlongher - Fuga de la pantera acuática ¿CÓMO PRENDER A UNA PANTERA? Ru l o s de telgopor engancharán el óleo lacio de sus crines y en palanganas de lejía habría que recoger el dios me libre de las bombachas empapadas. Pe ro al izar a la mojada presa, un hilillo de esencias o de almizcle enchastraba la soga, achicharrándola de púrpuras, o contagiando el broderie a los guardas. Sus oscuras pisadas en la tiza de un flit, la torsión turbulenta de su flote. D o s s i e r 1 0 0]