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Untitled - Grumo

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[9 3<br />

en la alteración de su elasticidad se vuelve pringoso. El pringue en Parque<br />

Lezama se convierte en la ratio fundamental de la materia, su propia sustan-<br />

cia evanescente. El pringue alcanzará su mayor fluidez en el venteo de las ven-<br />

tosidades, en una organización de los flatos, fiattos y flatulencias de los ver-<br />

sos al punto extremo de su disminución, su propia ventilación.<br />

Esta alteración de los fluidos está encarnada por momentos en una lava que<br />

se extiende —la baba de los volcanes— en pequeños sistemas de eva c u a-<br />

ciones y deflaciones, una silente espermatología que hace de esta poesía una<br />

ve rdadera escatología: una escatología del adentro y del afuera y de las sus-<br />

tancias que la transitan. Al nivel discursivo se va tejiendo una temporalidad<br />

de hálitos, de aspiraciones y espiraciones, una bruma esofágica de fonemas<br />

líquidos y semilíquidos que transpiran una respiración aleatoria, efectua-<br />

ciones de una lengua anterior a la lengua misma, fonemas susurrantes y<br />

lácteos y por momentos sanguinolentos, ayes y lamentos sobre e x t e n d i d o s<br />

en los balbuceos y farfulleos protoglóticos, el amanecer primitivo de las<br />

palabras propias de la queja, el lamento y el llanto a mitad de camino de la<br />

e xclamación trágica y de las lloronas pueblerinas y de las hesitaciones del<br />

goce sexual. Si el barroco muestra dos líneas de fuga, dos apartamentos y<br />

dos re g i s t ros de la fachada, Perlongher se queda en el sótano de las art i c u-<br />

laciones esofágicas.<br />

El siguiente fragmento pertenece al artículo “Ortofonías abyectas” incluido en el libro Lúmpenes<br />

peregrinaciones, comp. Paula Siganevich y Adrián Cangi, Beatriz Viterbo, Rosario, 1996.<br />

Por momentos, aparece un sujeto como lugar de ramificación de una voz dis-<br />

oluta. ¿Quizá la presencia de un yo? Casi un sujeto inaccesible que se desgasta<br />

en la enunciación, se deshilacha en los avatares de una prosodia cartilaginosa<br />

donde se multiplican las identificaciones, sujeto medusante para un objeto<br />

hechizado por las materias vesiculares. Cuando el sujeto aparece en una<br />

D o s s i e r<br />

enunciación como "ahí creí", es un sujeto atrapado en la deixis de un mostra-<br />

tivo vinculado a la descreencia del verbo creer, que aquí aparece como verbo<br />

de duda, "ahí creí", un espacio-tiempo que reenvía a otros lugares, a otros<br />

sitios de la incredulidad. Y por momentos, la pregunta del cómo que convo-<br />

ca simultáneamente la presencia de un sujeto y de su urdimbre: cómo urdir,<br />

cómo apagar, cómo presagiar la acción mental de un sujeto en sus propias<br />

interrogaciones; pero este sujeto será inmediatamente tragado por la irra-<br />

diación y la opalescencia de los zumos pringosos, una melaza que recubre la<br />

hinchazón de un sujeto que desfallece por las materias ambarinas, gaseosas,<br />

líquidas, el temblor de la untuosidad de los flujos, los chorros de una sus-<br />

tancia detergente. Estos poemas son una transformación química... lo sólido,<br />

lo gaseoso, lo líquido.<br />

El sujeto enunciante es un ojo que mira en una perspectiva fugaz. Esa mira-<br />

da es una mirada malograda, bizca, y por lo tanto generará una retórica tor-<br />

cida. El ojo de Perlongher no es el ojo barroco. El ojo de la percepción bar-<br />

roca tiene, por lo menos dos inflexiones, o ve el mundo en transfiguración y<br />

en transfiguración panóptica —todo fluye y cambia ante nuestros "propios<br />

ojos" y la anamorfosis es su ejemplo más claro, o ve el mundo en una trans-<br />

formación fluídica, todo refluye y se extiende, se ramifica, se rizomatiza y al<br />

mismo tiempo el ojo registra la destrucción de todos los volúmenes de la<br />

materia, su caída en el abismo donde la representación se anonada en su<br />

propia destitución. Y allí el ojo es insistente y mira no tanto de soslayo sino<br />

de frente, una percepción mitral y no panóptica. Perlongher es realmente un<br />

extinguidor de los significantes poéticos del barroco, a caballo entre la erec-<br />

ción y la flaccidez, entre el monumento desestabilizado del barroco-mármol

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