Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
pueblos fortificados, como aqu<strong>el</strong> que t<strong>en</strong>ía ante mis ojos, siempre colocados <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />
pico de las colinas. Reún<strong>en</strong> allí los esclavos y después los <strong>en</strong>vían <strong>en</strong> caravanas hacia<br />
<strong>el</strong> <strong>mar</strong>, a través de los desiertos habitados por tribus amigas.<br />
”Yo no sabía <strong>en</strong>tonces todo eso e ing<strong>en</strong>uam<strong>en</strong>te seguía esperando los ci<strong>en</strong> táleros<br />
para llevárs<strong>el</strong>os a mi amo abisinio. No me atrevía a pedir nada al hombre que me<br />
trajo hasta allí, ya que parecía ser <strong>el</strong> jefe de aqu<strong>el</strong> pueblo y todo <strong>el</strong> mundo le besaba la<br />
mano llamándole cheik Ornar.<br />
”Pocos días después de mi llegada, a la hora <strong>en</strong> que los hombres partían para ir a<br />
trabajar <strong>en</strong> <strong>el</strong> valle, me llevaron con <strong>el</strong> pequeño Yussuf —<strong>el</strong> chiquillo que recogimos<br />
aqu<strong>el</strong>la noche— a una casa aislada <strong>en</strong> un barrio <strong>en</strong> ruinas.<br />
”A la mañana sigui<strong>en</strong>te no vi al pequeño Yussuf y, cuando pregunté qué le había<br />
pasado, me aseguraron que estaba <strong>en</strong>fermo.<br />
”A partir de aqu<strong>el</strong> mom<strong>en</strong>to me trataron más duram<strong>en</strong>te y me <strong>en</strong>cargaron d<strong>el</strong><br />
p<strong>en</strong>oso trabajo de recoger madera, junto con otros esclavos de difer<strong>en</strong>tes razas,<br />
algunas desconocidas para mí, y siempre nos seguían hombres armados cuando<br />
salíamos d<strong>el</strong> pueblo. Entonces compr<strong>en</strong>dí que la historia d<strong>el</strong> fusil y de los ci<strong>en</strong> táleros<br />
fue una añagaza para llevárseme lejos. Y me repetía la ambigua frase d<strong>el</strong> viejo<br />
abisinio: “Volverás cuando te dé ci<strong>en</strong> táleros”.<br />
”¡Ah, bi<strong>en</strong> seguro estaba de que nunca me los daría! Mi situación se me aparecía<br />
muy triste. ¡Yo era un esclavo, como aqu<strong>el</strong>los chancallas de caras de bruto!<br />
”Mis compañeros me dijeron que íbamos a partir a un país lejano, a la otra orilla<br />
de un río de agua salada, tan ancho que los pájaros de una orilla no podían anidar <strong>en</strong><br />
la otra.<br />
”Partimos, poco después, con una caravana dirigida por dankalíes, cruzando las<br />
verdes llanuras d<strong>el</strong> Auacha, los pantanos d<strong>el</strong> Aussa y las montañas escarpadas de<br />
Mabla. Por fin, ext<strong>en</strong>uados de fatiga, llegamos a un poblado a orillas d<strong>el</strong> <strong>mar</strong>, que yo<br />
veía por primera vez. Era Tadjurah.<br />
”Acampamos durante varias semanas <strong>en</strong> un oasis de datileros, bajo un calor<br />
tórrido, bebi<strong>en</strong>do leche y comi<strong>en</strong>do carne y manteca para recobrar las fuerzas. Pero<br />
finalm<strong>en</strong>te una noche nos llevaron a una pequeña playa aislada <strong>en</strong>tre dos acantilados,<br />
donde aguardaban barquichu<strong>el</strong>os ll<strong>en</strong>os de árabes de color claro.<br />
”Después de dos días de travesía desembarcamos <strong>en</strong> tierra árabe, que sería ya<br />
para siempre nuestra nueva patria, y allí cada uno siguió su destino con su nuevo<br />
amo. A mí me compró un árabe, capitán de un gran sambuc, v<strong>en</strong>ido de Makalla.<br />
Llevaba cincu<strong>en</strong>ta hombres de tripulación, todos <strong>el</strong>los esclavos sudaneses, y allí<br />
apr<strong>en</strong>dí <strong>el</strong> oficio de buceador y de <strong>mar</strong>ino.<br />
”Transcurrieron veinte años desde aqu<strong>el</strong> día <strong>en</strong> que dejé las tierras rojas y las<br />
praderas de mi país natal…<br />
”Creí haberlo olvidado todo cuando llegaron a Dubab, donde se <strong>en</strong>contraba <strong>el</strong><br />
navío de mi amo, unos hombres de mi raza. Y, por voluntad de Dios, <strong>el</strong>los fueron la<br />
www.lectulandia.com - Página 116