Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
dominar por <strong>el</strong> descorazonami<strong>en</strong>to trabajamos con todas nuestras fuerzas, con la pala<br />
y <strong>el</strong> pico <strong>en</strong> la mano, esforzándonos <strong>en</strong> no p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> nada.<br />
”30 de junio. — Hemos contemplado un espectáculo terrible, cuyo recuerdo no<br />
conseguimos soslayar. Ayer era mi cumpleaños y habíamos decidido no trabajar.<br />
Cogimos un fusil y una hacha y nos fuimos a la v<strong>en</strong>tura. De pronto decidimos, para<br />
distraernos, asc<strong>en</strong>der por la colina redonda que se <strong>el</strong>eva <strong>en</strong> <strong>el</strong> c<strong>en</strong>tro de la isla.<br />
Rep<strong>en</strong>tinam<strong>en</strong>te apareció a nuestros pies un profundo valle, y <strong>en</strong> <strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> mismo<br />
se levantaban una doc<strong>en</strong>a de ti<strong>en</strong>das. Lanzamos un grito de sorpresa y desc<strong>en</strong>dimos la<br />
p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te corri<strong>en</strong>do, aunque se desgarraban nuestros vestidos y perdíamos los<br />
sombreros. Llegamos allí con las manos y <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo arañados hasta sangrar.<br />
Llamamos, ¡pero de las ti<strong>en</strong>das no salió nadie! ¡Qué extraño! Nos aproximamos a una<br />
ti<strong>en</strong>da. Ap<strong>en</strong>as apoyamos allí la mano cuando <strong>el</strong> cuero, completam<strong>en</strong>te podrido, cayó<br />
como si fuese pap<strong>el</strong> mojado. P<strong>en</strong>etramos <strong>en</strong> <strong>el</strong>la. Ocho esqu<strong>el</strong>etos yacían <strong>en</strong> <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.<br />
Unos eran grandes; otros, pequeños; otros, muy pequeños: esqu<strong>el</strong>etos de niños. Y <strong>en</strong><br />
todas las ti<strong>en</strong>das <strong>el</strong> mismo espectáculo. En conjunto contamos ses<strong>en</strong>ta esqu<strong>el</strong>etos,<br />
algunos <strong>en</strong>teros; otros, con los huesos rotos, partidos. Se ve que los zorros azules, o<br />
quizá los osos, han pasado por aquí. Nos preguntamos: ¿quiénes son los desgraciados<br />
que han perecido aquí, y cómo han fallecido? ¿Han muerto de frío o de hambre? ¿No<br />
habrán sido destrozados por alguna <strong>en</strong>fermedad, la peste, la viru<strong>el</strong>a o <strong>el</strong> cólera?<br />
Después huimos espantados…<br />
”¡No hemos dormido <strong>en</strong> toda la noche! Todo <strong>el</strong> tiempo p<strong>en</strong>sábamos que la<br />
desgracia y la muerte rondaban <strong>en</strong> torno nuestro y que nos sería imposible escapar.<br />
Aquí son <strong>el</strong>las los amos, y nosotros, extranjeros, hemos v<strong>en</strong>ido a ofrecernos a <strong>el</strong>los.<br />
¡Piedad, Dios mío! ¡Salvadnos!<br />
”5 de julio. — El trabajo no <strong>mar</strong>cha. Trabajamos sin embargo de firme, p<strong>en</strong>sando<br />
<strong>en</strong> los esqu<strong>el</strong>etos que yac<strong>en</strong> bajo las ti<strong>en</strong>das fantasmas d<strong>el</strong> valle. Hay que <strong>en</strong>terrarlos<br />
y colocar una cruz sobre su tumba. Iremos allá <strong>el</strong> domingo, así lo hemos decidido<br />
Sem<strong>en</strong>ov y yo.<br />
”Domingo. — Hemos vu<strong>el</strong>to sin dificultad al lúgubre valle. Cavamos una gran<br />
tumba, donde reunimos todos los esqu<strong>el</strong>etos. En seguida plantamos <strong>en</strong> tierra una gran<br />
cruz sobre la que grabamos la sigui<strong>en</strong>te inscripción: «Aquí yac<strong>en</strong> las osam<strong>en</strong>tas de<br />
ses<strong>en</strong>ta esqu<strong>el</strong>etos descubiertos bajo las ti<strong>en</strong>das abandonadas. ¡Oh Dios! ¡Perdona los<br />
pecados de estos desgraciados y recíb<strong>el</strong>os <strong>en</strong> tu reino, donde todos son iguales ante<br />
ti!». Después que hubimos rezado nos <strong>en</strong>contramos más ser<strong>en</strong>os. «Sería bu<strong>en</strong>o morir<br />
así —me dijo Sem<strong>en</strong>ov mi<strong>en</strong>tras volvíamos a la isba—. Más tarde v<strong>en</strong>drá alguno,<br />
recogerá nuestros huesos, nos <strong>en</strong>terrará y pondrá un epitafio sobre nuestra cruz.<br />
Nuestras almas estarán <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong> paz allí donde no hay ni lágrimas ni suspiros».<br />
”7 de octubre. — ¿Por qué nos ha castigado <strong>el</strong> Todopoderoso? Vivíamos sin<br />
alegría, sólo trabajando y sufri<strong>en</strong>do, y ahora nos han sido <strong>en</strong>viadas por Dios pesadas<br />
pruebas y duros trabajos. Nos dedicábamos de nuevo a cazar, y habíamos matado seis<br />
ceb<strong>el</strong>linas y un armiño cuando, al regresar nos dimos cu<strong>en</strong>ta de la catástrofe que<br />
www.lectulandia.com - Página 95