Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
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t<strong>en</strong>tativa de Nassau. A duras p<strong>en</strong>as, con grandes esfuerzos y largos tragos de ron, un<br />
gaviero, m<strong>en</strong>os analfabeto que los otros, redactó, según la costumbre, <strong>el</strong> compromiso<br />
colectivo de reb<strong>el</strong>ión. El gaviero firmó <strong>el</strong> primero, y después todos sus ca<strong>mar</strong>adas,<br />
uno tras otro, pusieron gravem<strong>en</strong>te las cruces y <strong>mar</strong>cas variadas que les servían de<br />
rúbrica.<br />
El plan era s<strong>en</strong>cillo y tan antiguo como <strong>el</strong> <strong>mar</strong>: tornarían al asalto al capitán y a<br />
los ocho o diez hombres que sabían le eran fi<strong>el</strong>es los abandonarían <strong>en</strong> la isla, donde<br />
podrían pudrirse a su gusto, y pondrían rumbo a los Mares d<strong>el</strong> Sur con la Rose,<br />
convertida <strong>en</strong> navío pirata, que <strong>en</strong>arbolaría <strong>el</strong> negro pab<strong>el</strong>lón con la calavera y las<br />
tibias cruzadas.<br />
Algui<strong>en</strong> indicó <strong>en</strong>tonces que necesitaban un carpintero a bordo. Fueron <strong>en</strong> su<br />
busca y le hicieron partícipe de su decisión, indicándole la suerte que le esperaba si<br />
rehusaba adherirse al incipi<strong>en</strong>te complot.<br />
El carpintero de la Rose era un hombre honrado —de todo hay— y muy astuto.<br />
Pidió media hora para reflexionar y se dirigió muy p<strong>en</strong>sativo a la fragata… De pronto<br />
<strong>el</strong> espía que le vigilaba con ord<strong>en</strong> de no perderle de vista le vio retroceder al tiempo<br />
que palidecía.<br />
—¡Mi cólico otra vez! —gimió <strong>el</strong> carpintero—. ¡Voy a pedir agua de nueces al<br />
capitán!<br />
Y dici<strong>en</strong>do esto se lanzó corri<strong>en</strong>do de tal modo hacia <strong>el</strong> navío que <strong>el</strong> espía no<br />
consiguió atraparle. ¡Cualquiera lucha <strong>en</strong> v<strong>el</strong>ocidad con un hombre a qui<strong>en</strong> aprieta <strong>el</strong><br />
cólico!<br />
Un instante después <strong>el</strong> carpintero estaba <strong>en</strong> <strong>el</strong> ca<strong>mar</strong>ote de Phips rev<strong>el</strong>ándole la<br />
reb<strong>el</strong>ión <strong>en</strong> cierne.<br />
—Ve a reunirte con esos pillos —le animó <strong>el</strong> capitán—. Cuando llegue <strong>el</strong><br />
mom<strong>en</strong>to firma tú también <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> y déjame hacer.<br />
En cuanto partió <strong>el</strong> carpintero, <strong>el</strong> capitán reunió a los hombres que quedaban <strong>en</strong> la<br />
Rose y les explicó <strong>el</strong> asunto. Como era de esperar, todos se declararon dispuestos a<br />
luchar hasta <strong>el</strong> límite de sus fuerzas. Reafirmado sobre este punto, Phips hizo retirar<br />
la pasar<strong>el</strong>a y cargó de metralla los cañones de a bordo.<br />
Dos horas más tarde los amotinados, que se acercaban vociferando, vieron la<br />
pasar<strong>el</strong>a retirada y los cañones apuntando hacia <strong>el</strong>los, y <strong>el</strong> capitán que los esperaba<br />
con una mecha <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>ganchada <strong>en</strong> su sombrero. D<strong>el</strong> grupo de los sublevados<br />
salió un rugido:<br />
—¡Traicionados!… ¡Hemos sido traicionados!<br />
—¡Largo, canallas! —rugió Phips, aproximando la mecha a un cañón—. ¡Largo o<br />
acabo con vosotros!<br />
Mi<strong>en</strong>tras la confusión se apoderaba de los amotinados, dio la ord<strong>en</strong> de largar<br />
v<strong>el</strong>as. Compr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do <strong>en</strong>tonces que les devolvía la p<strong>el</strong>ota, y se aprestaba a hacerles<br />
sufrir la suerte que <strong>el</strong>los le habían destinado, los sublevados se arrojaron de rodillas<br />
sobre la playa rogándole que tuviera misericordia de <strong>el</strong>los… Por unos mom<strong>en</strong>tos<br />
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