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Grandes aventuras en el mar

Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.

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aspecto de frutas o de flores. Las estr<strong>el</strong>las de <strong>mar</strong>, que <strong>en</strong> nuestras playas llegan a<br />

medir hasta treinta c<strong>en</strong>tímetros de diámetro, son tragonas de conchas. Sab<strong>en</strong> abrir las<br />

ostras. Aplican su boca a la concha y se sosti<strong>en</strong><strong>en</strong> sobre sus cinco brazos. La ostra,<br />

v<strong>en</strong>cida, ti<strong>en</strong>e que abrirse. La estr<strong>el</strong>la saca <strong>en</strong>tonces su estómago fuera de la boca,<br />

dirigiéndolo derecham<strong>en</strong>te hacia su presa, a la que aturde inyectándole un líquido<br />

paralizador. La ostra se vu<strong>el</strong>ve <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te pasiva y se deja devorar sin <strong>el</strong> m<strong>en</strong>or<br />

estremecimi<strong>en</strong>to. La estr<strong>el</strong>la de <strong>mar</strong> es casi inmortal. Si le cortan un brazo, le sale<br />

otro. El amputado sigue vivi<strong>en</strong>do y se añade cuatro brazos nuevos. Finalm<strong>en</strong>te dos<br />

estr<strong>el</strong>las, <strong>en</strong> vez de una, andan arrastrando por la ar<strong>en</strong>a. En cada uno de los brazos<br />

brilla un ojo señalado por un puntito rojo.<br />

Ofrece un curioso espectáculo <strong>el</strong> cardum<strong>en</strong> de conchas de Santiago cuando es<br />

perseguido por otro de estr<strong>el</strong>las de <strong>mar</strong>. Estas conchas, que pose<strong>en</strong> t<strong>en</strong>táculos y ojos,<br />

pued<strong>en</strong> trasladarse con rapidez, sobre todo si son jóv<strong>en</strong>es. Brincan <strong>en</strong> los charcos y<br />

dan vu<strong>el</strong>tas y revu<strong>el</strong>tas con prontitud, como los derviches. Se las ve huir dando saltos<br />

y naci<strong>en</strong>do gran ruido, como de casteñeteo, con las conchas, mi<strong>en</strong>tras que las estr<strong>el</strong>las<br />

de <strong>mar</strong>, que se muestran agresoras, las persigu<strong>en</strong> alzándose torpem<strong>en</strong>te sobre sus<br />

cinco brazos.<br />

El ursino o equino, que parece la imag<strong>en</strong> de la pasividad absoluta, ti<strong>en</strong>e temibles<br />

di<strong>en</strong>tes perforadores. No vacila <strong>en</strong> atacar a los grandes crustáceos. Es <strong>el</strong> ciempiés d<strong>el</strong><br />

<strong>mar</strong>. Se mueve l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te sobre sus púas provistas de glándulas, que segregan<br />

v<strong>en</strong><strong>en</strong>o; <strong>en</strong>tre éstas bull<strong>en</strong> c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de pequeñas v<strong>en</strong>tosas y pinzas minúsculas. El<br />

que se atreve a acercarse al ursino es asido por una de esas pinzas, la cual lo pasa a la<br />

pinza de al lado. De pinza <strong>en</strong> pinza, llega así <strong>el</strong> infortunado visitante hasta la boca, a<br />

la linde de la cual un bosque de di<strong>en</strong>tes mastica sin reposo. El ursino perece por<br />

donde ha pecado. Ciertos pececillos le atacan y arrancan una a una las pinzas y<br />

v<strong>en</strong>tosas. El ursino no sobrevive a esta paci<strong>en</strong>te depilación.<br />

Las destrucciones de vidas hechas por los peces son casi inimaginables. En un<br />

solo día los peces carnívoros matan más peces que peces cog<strong>en</strong> <strong>en</strong> un año todos los<br />

pescadores d<strong>el</strong> mundo. Se ha calculado que <strong>el</strong> Atlántico conti<strong>en</strong>e varios billones de<br />

individuos de una especie voraz llamada pescado azul. Es un pez lobo, que mata por<br />

matar, porque le gusta la sangre. Cada uno de <strong>el</strong>los hace morir cru<strong>el</strong>m<strong>en</strong>te por<br />

término medio diez peces por día, lo que suma muchos millares de billones por año.<br />

El peso total de los peces destruidos alcanza billones de ton<strong>el</strong>adas. La <strong>en</strong>ormidad de<br />

esos estragos casi pasa de los límites de la imaginación. Hay que t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que<br />

no se trata aquí de una sola especie de peces.<br />

Los gobios, pececillos espinosos que viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> los huecos de las rocas, se tragan<br />

regularm<strong>en</strong>te los unos a los otros y regularm<strong>en</strong>te muer<strong>en</strong> a causa de <strong>el</strong>lo; <strong>el</strong> tragado,<br />

por asfixia, porque ti<strong>en</strong>e la cabeza <strong>en</strong>cerrada d<strong>en</strong>tro de las fauces de su asesino, y éste<br />

igualm<strong>en</strong>te por asfixia por la razón inversa. El congrio, común <strong>en</strong> nuestras costas, que<br />

puede ser amansado con facilidad, es de una ferocidad sin igual. Las hembras, <strong>en</strong> sus<br />

arrebatos de descont<strong>en</strong>to, devoran frecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te a los machos.<br />

www.lectulandia.com - Página 186

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