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Grandes aventuras en el mar

Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.

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El 14 de julio, al amanecer, hice señal de aparejar con vi<strong>en</strong>to d<strong>el</strong> sur y tiempo<br />

brumoso, que muy pronto cambió <strong>en</strong> una bruma muy espesa. Hasta <strong>el</strong> día 19 no hubo<br />

<strong>el</strong> m<strong>en</strong>or claro. Este mismo día por la mañana vimos la tierra de la isla desde <strong>el</strong><br />

nordeste, un cuarto norte, hasta <strong>el</strong> estesudeste. Dos horas después de mediodía<br />

dejamos caer <strong>el</strong> ancla al oeste de una bahía magnífica, de veinte brazas y fondo de<br />

ar<strong>en</strong>a, a dos millas d<strong>el</strong> río.<br />

Cuando nuestras canoas llegaron a la rada, las mujeres, asustadas, com<strong>en</strong>zaron a<br />

gritar como si tuvies<strong>en</strong> temor de ser devoradas. Estaban, sin embargo, bajo la guardia<br />

de un insular, que las fue recogi<strong>en</strong>do y llevando a sus casas, pareci<strong>en</strong>do<br />

tranquilizarlas.<br />

De Langle, que desembarcó <strong>el</strong> primero, halló a los indíg<strong>en</strong>as reunidos alrededor<br />

de cuatro piraguas cargadas de pescado ahumado. Los ayudaron a lanzarlo al agua, y<br />

supo que los veinticuatro hombres que formaban la tripulación eran manchúes y que<br />

habían v<strong>en</strong>ido por <strong>el</strong> río Sajalin para comprar aqu<strong>el</strong> pescado. Tuvo una larga<br />

conversación con <strong>el</strong>los por medio de nuestros chinos, a los que disp<strong>en</strong>saron la mejor<br />

acogida. Dijeron, como nuestros primeros geógrafos de la bahía de Langle, que la<br />

tierra <strong>en</strong> que estábamos era una isla, dándole <strong>el</strong> mismo nombre. Añadieron que<br />

estábamos aún a cinco días de piragua de su extremo, pero que, con bu<strong>en</strong> vi<strong>en</strong>to, se<br />

podía hacer ese trayecto <strong>en</strong> dos días, descansando todas las noches <strong>en</strong> tierra. De este<br />

modo, cuanto nos habían dicho <strong>en</strong> la bahía Langle quedó confirmado, pero expresado<br />

con m<strong>en</strong>os int<strong>el</strong>ig<strong>en</strong>cia por <strong>el</strong> chino que nos servía de intérprete. De Langle <strong>en</strong>contró<br />

también <strong>en</strong> un extremo de la isla, una especie de circo formado por quince o veinte<br />

lanzas clavadas <strong>en</strong> <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, coronada cada una con una cabeza de oso, cuyas<br />

osam<strong>en</strong>tas estaban esparcidas por los alrededores. Como aqu<strong>el</strong>los pueblos no ti<strong>en</strong><strong>en</strong><br />

armas de fuego y combat<strong>en</strong> a los osos cuerpo a cuerpo, y sus flechas no pued<strong>en</strong> sino<br />

herirlos, ese circo nos pareció que estaba destinado a conservar la memoria de su<br />

hazañas, y las veinte cabezas de oso expuestas a la vista debían contar las victorias<br />

que habían conseguido desde hacía diez años, a juzgar por <strong>el</strong> estado de<br />

descomposición <strong>en</strong> que se <strong>en</strong>contraba la mayor parte. Los productos y sustancias d<strong>el</strong><br />

su<strong>el</strong>o de la bahía de Estaing no difería casi nada de los de la bahía de Langle. El<br />

salmón era también abundante, y cada cabaña t<strong>en</strong>ía su almacén. Descubrimos que<br />

aqu<strong>el</strong>los isleños se com<strong>en</strong> la cabeza, la cola y la espina, y que ahúman y secan las dos<br />

partes d<strong>el</strong> vi<strong>en</strong>tre d<strong>el</strong> pescado para v<strong>en</strong>derlas a los manchúes, no reservándose para<br />

<strong>el</strong>los más que <strong>el</strong> humo que infecta sus casas, sus muebles, sus vestidos y hasta las<br />

hierbas que rodean sus pueblos. Nuestras canoas partieron, por fin, a las ocho de la<br />

tarde, después que hubimos colmado de pres<strong>en</strong>tes a los tártaros y a los insulares. A<br />

las ocho cuar<strong>en</strong>ta y cinco estaban de regreso, y ord<strong>en</strong>é que todo estuviera dispuesto<br />

para la salida d<strong>el</strong> día sigui<strong>en</strong>te.<br />

www.lectulandia.com - Página 57

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