Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
A medida que avanzábamos por las inm<strong>en</strong>sas soledades d<strong>el</strong> Atlántico, la fuerza de<br />
los alisios crecía regularm<strong>en</strong>te. Una especie de bruma com<strong>en</strong>zó a oscurecer <strong>el</strong> azul<br />
d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o y se fue haci<strong>en</strong>do más espesa de día <strong>en</strong> día, interponiéndose así <strong>en</strong>tre<br />
nosotros y <strong>el</strong> sol, que nos abandonaba paulatinam<strong>en</strong>te.<br />
Las nubes que al principio discurrían pacíficam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> tonos claros de blanco y<br />
oro <strong>en</strong> lo alto d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o azul, se aproximaban l<strong>en</strong>ta pero regularm<strong>en</strong>te. Cada día<br />
desc<strong>en</strong>dían un poco más, aum<strong>en</strong>tando de v<strong>el</strong>ocidad, perdi<strong>en</strong>do sus formas y su<br />
luminosidad hasta convertirse <strong>en</strong> grises y algodonosas, incorporándose a la espesa<br />
bruma que llegaba por detrás y desgarrándose bruscam<strong>en</strong>te para perderse más lejos,<br />
<strong>en</strong> la inm<strong>en</strong>sidad gris que parecía querer ocultarnos <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o para siempre.<br />
Se <strong>el</strong>evaban ante nosotros montañas de agua, pesadas y am<strong>en</strong>azadoras, rugi<strong>en</strong>do<br />
furiosas, y lanzando contra los costados d<strong>el</strong> casco montones de blanca espuma.<br />
En aqu<strong>el</strong> mundo terrible Teddy corría como un borracho hacia su destino. Yo no<br />
podía impedirlo, aunque era <strong>el</strong> único responsable. De nada servía repetirme, una y<br />
otra vez, que todos debíamos perecer juntos. Ahora estaba nuestro hijo, al que no se<br />
le había concedido <strong>el</strong> derecho de <strong>el</strong>ección. Después de todo él t<strong>en</strong>ía derecho a vivir.<br />
Entonces rumiaba todos estos p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos, acordándome de que, unos días antes,<br />
me quejaba de los importunos que me manifestaban que, <strong>en</strong> su opinión, llevarse al<br />
niño a una travesía como aquélla equivalía a poco m<strong>en</strong>os que un crim<strong>en</strong>.<br />
Pero me tranquilizaba progresivam<strong>en</strong>te diciéndome que también hay p<strong>el</strong>igros <strong>en</strong><br />
tierra. En <strong>el</strong> curso de mis preced<strong>en</strong>tes años de navegación me había conv<strong>en</strong>cido de<br />
que es <strong>en</strong> tierra donde <strong>el</strong> <strong>mar</strong> pres<strong>en</strong>ta más p<strong>el</strong>igros.<br />
Además nadie podrá decir que <strong>el</strong> aire d<strong>el</strong> <strong>mar</strong> sea malsano Entregado a sí mismo,<br />
<strong>el</strong> crío se desarrollaba magníficam<strong>en</strong>te. Nadie le molestaba ni andaba dando vu<strong>el</strong>tas<br />
<strong>en</strong> torno suyo para despertar las inquietudes maternales o introducir ridículas píldoras<br />
<strong>en</strong> su tierno tubo digestivo.<br />
Entiéndase bi<strong>en</strong>: yo era un pobre navegante y sólo t<strong>en</strong>ía pobres medios a mi<br />
disposición, pero al m<strong>en</strong>os contaba con mi experi<strong>en</strong>cia de <strong>mar</strong>ino. En mi juv<strong>en</strong>tud<br />
navegué durante años <strong>en</strong> v<strong>el</strong>eros de v<strong>el</strong>as cuadradas. Sabía maniobrar mi barco, y mi<br />
confianza <strong>en</strong> él era ilimitada.<br />
En <strong>el</strong> décimo día de navegación la tempestad alcanzó su apogeo, después de lo<br />
cual <strong>el</strong> tiempo no dio lugar a quejas. Los días se sucedían sin interrupción.<br />
Navegábamos de día y nos poníamos a la capa durante la noche. Así quedábamos<br />
prácticam<strong>en</strong>te quietos hasta la mañana sigui<strong>en</strong>te, volvi<strong>en</strong>do <strong>en</strong>tonces a ponernos <strong>en</strong><br />
<strong>mar</strong>cha.<br />
No <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dí los fuegos de ruta durante esta travesía d<strong>el</strong> océano. Sabía que los<br />
vapores frecu<strong>en</strong>taban poco las regiones que atravesábamos, y nos acostábamos<br />
prud<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, como g<strong>en</strong>te bi<strong>en</strong> educada, sin temor de que nos <strong>en</strong>viaran al fondo d<strong>el</strong><br />
<strong>mar</strong>.<br />
No había más luz a bordo que un inof<strong>en</strong>sivo farol de anclaje que colgaba de los<br />
ob<strong>en</strong>ques al vi<strong>en</strong>to y que se esforzaba vali<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> brillar, con <strong>el</strong> doble empeño<br />
www.lectulandia.com - Página 167