Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
En fin: éste es <strong>el</strong> primer signo de vida desde <strong>el</strong> 3 de noviembre. Esperemos que no<br />
sea <strong>el</strong> último. Por <strong>el</strong> oeste está ya bastante claro. ¡Qué <strong>mar</strong>avilla!<br />
En <strong>el</strong> curso d<strong>el</strong> día se desarrolló una lucha que podríamos lla<strong>mar</strong> la lucha d<strong>el</strong> azul<br />
y <strong>el</strong> negro, y que se me pres<strong>en</strong>tó como una verdadera batalla cósmica <strong>en</strong>tre <strong>el</strong> tiempo<br />
bu<strong>en</strong>o y <strong>el</strong> malo. Com<strong>en</strong>zó <strong>en</strong> <strong>el</strong> oeste, por un punto azul, grande “como una gorra de<br />
g<strong>en</strong>darme”, como dice la canción. No podía imaginar sus consecu<strong>en</strong>cias. Las nubes<br />
negras, de un negro de tinta d<strong>en</strong>sa y sin una fisura, parecían consci<strong>en</strong>tes de su fuerza<br />
y <strong>mar</strong>chaban regularm<strong>en</strong>te al asalto de aqu<strong>el</strong> desdichado botoncito azul. Pero éste iba<br />
desbordando sus límites, y al cabo de unas horas se vieron por <strong>el</strong> sur y por <strong>el</strong> norte —<br />
es decir: a mi derecha y a mi izquierda— varios puntitos azules perdidos. Aqu<strong>el</strong>la<br />
gigantesca mancha de tinta continuaba avanzando, decidida a devorarlos; pero si <strong>el</strong><br />
negro trataba de invadir, <strong>el</strong> azul procuraba infiltrarse, y poco a poco fue <strong>el</strong> negro<br />
perdi<strong>en</strong>do fuerza y dominó <strong>el</strong> bu<strong>en</strong> tiempo. Y al fin ganó, hacia las cuatro de la tarde.<br />
¡Oh Dios mío! ¡Qué bu<strong>en</strong>o es <strong>el</strong> sol! Estoy cubierto de erupciones cutáneas, pero<br />
<strong>el</strong> sol está ahí.<br />
No sabía que com<strong>en</strong>zaba <strong>en</strong>tonces <strong>el</strong> período más p<strong>en</strong>oso de todo <strong>el</strong> viaje.<br />
Desconocía mi posición. El sol, aus<strong>en</strong>te desde hacía tres días, me había dejado <strong>en</strong><br />
una ignorancia absoluta, y <strong>el</strong> domingo, 16, tomé <strong>el</strong> sextante con mucha apr<strong>en</strong>sión<br />
para to<strong>mar</strong> la posición. ¡Qué <strong>mar</strong>avilla! No había desc<strong>en</strong>dido. Seguía sobre una<br />
latitud que pasaba al norte de Guadalupe, exactam<strong>en</strong>te a los 16° 59'. Eso era lo<br />
es<strong>en</strong>cial. Por lo demás <strong>el</strong> barco parecía un auténtico campo de batalla. Había perdido<br />
<strong>el</strong> sombrero durante la tempestad y ya no t<strong>en</strong>ía otra cosa para protegerme d<strong>el</strong> sol<br />
tropical que un d<strong>el</strong>gado bonete de t<strong>el</strong>a embreada e impermeable, insufici<strong>en</strong>te <strong>en</strong><br />
semejante clima. La ti<strong>en</strong>da estaba desgarrada <strong>en</strong> dos sitios, y aunque <strong>el</strong> barco <strong>en</strong> sí no<br />
había sufrido, <strong>en</strong> <strong>el</strong> interior todo estaba empapado de agua salada. Aunque a esto<br />
siguieron dos días de sol, la humedad de la noche continuó impregnando mis vestidos<br />
cali<strong>en</strong>tes y las ropas de dormir. Ya no había de saber lo que era una noche seca antes<br />
de tocar tierra.<br />
Un suceso muy inquietante vino a<br />
demostrarme que era preciso mant<strong>en</strong>erse<br />
vigilante.<br />
Durante la tempestad tuve que proteger la<br />
popa de la Hérétique contra la resaca de las<br />
olas que am<strong>en</strong>azaban <strong>en</strong> todo mom<strong>en</strong>to con<br />
ll<strong>en</strong>ar <strong>el</strong> frágil esquife, y ext<strong>en</strong>dí dos grandes<br />
trozos de t<strong>el</strong>a <strong>en</strong>gomada sólidam<strong>en</strong>te fijados a<br />
las puntas de mis flotadores para impedir que<br />
las olas me cubrieran de espuma. Una vez<br />
calmada la tempestad juzgué inútil suprimir esa protección. A la noche sigui<strong>en</strong>te un<br />
ruido espantoso me hizo saltar de mi saco de dormir. Las protecciones de caucho<br />
habían desaparecido, arrancadas. Comprobé que los flotadores estaban intactos y<br />
www.lectulandia.com - Página 174