14.11.2018 Views

Grandes aventuras en el mar

Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.

Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

“Y así fue —cu<strong>en</strong>ta Pigafetta— de la forma que tomó parte <strong>en</strong> <strong>el</strong> combate y fue<br />

herido; de la forma que mataron a nuestro mod<strong>el</strong>o, nuestra luz, nuestro consu<strong>el</strong>o,<br />

nuestro v<strong>en</strong>erado jefe”. Los españoles, <strong>en</strong> su fuga, ni siquiera pudieron llevar a bordo<br />

<strong>el</strong> cuerpo d<strong>el</strong> gran navegante.<br />

Uno solo de los buques de Magallanes, <strong>el</strong> Victoria, debía por fin llegar a España,<br />

después de haber dado la vu<strong>el</strong>ta al mundo, <strong>el</strong> 6 de septiembre de 1522, sin llevar a<br />

bordo mas que dieciocho supervivi<strong>en</strong>tes —<strong>en</strong>tre los que se contaba Pigafetta—. No<br />

trataremos de contar la larga tragedia que fue <strong>el</strong> regreso sin <strong>el</strong> jefe. Pero hay que<br />

consagrar aún algunas líneas a Enrique.<br />

El malayo formaba parte d<strong>el</strong> grupo de fi<strong>el</strong>es que se <strong>en</strong>contraron hasta <strong>el</strong> último<br />

instante alrededor de Magallanes. Herido, desesperado, se arrojó sobre su litera a<br />

bordo d<strong>el</strong> Trinidad. Todavía, algunos días más tarde, lloraba la muerte de su dueño,<br />

cuando Duarte Barbosa, capitán <strong>el</strong>egido por los españoles para reemplazar a<br />

Magallanes, vino a decirle que t<strong>en</strong>ía necesidad de él como intérprete para las últimas<br />

transacciones con <strong>el</strong> rajá de Cebú, antes de la partida.<br />

Como Enrique, ext<strong>en</strong>uado, no se levantó bastante aprisa. Barbosa le maltrató. Le<br />

recordó brutalm<strong>en</strong>te su condición de esclavo y le am<strong>en</strong>azó con <strong>el</strong> látigo. Enrique se<br />

levantó p<strong>en</strong>osam<strong>en</strong>te. Debió p<strong>en</strong>sar que, habi<strong>en</strong>do perdido a su amo lo había perdido<br />

todo, y <strong>en</strong> su corazón primitivo la desesperación hizo nacer <strong>el</strong> odio.<br />

Bajó a tierra como le ord<strong>en</strong>aban. Pero las palabras que dirigió al rajá fueron, ¡ay!,<br />

las de un traidor. Explicó al soberano de Cebú que, con un poco de habilidad, podía<br />

apoderarse de las mercancías dejadas <strong>en</strong> tierra, y que los españoles contaban con<br />

embarcar, y tal vez, incluso, de sus navíos.<br />

Hay que decir que la derrota de los españoles <strong>en</strong> la costa de Mactan había dado un<br />

golpe irreparable a su prestigio. Por otra parte, después de la muerte de Magallanes,<br />

los <strong>mar</strong>ineros, e incluso los oficiales, exasperados por la muerte de su capitán,<br />

castigaron duram<strong>en</strong>te a los indíg<strong>en</strong>as. Los nuevos bautizados de Cebú habían visto<br />

con perplejidad <strong>el</strong> comportami<strong>en</strong>to de aqu<strong>el</strong>los que decían haberles traído la<br />

verdadera r<strong>el</strong>igión. El rajá de Cebú escuchó con complac<strong>en</strong>cia las suger<strong>en</strong>cias d<strong>el</strong><br />

desgraciado Enrique. Urdieron una maquinación. El rajá invitó a los jefes españoles a<br />

recibir solemnem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su palacio los pres<strong>en</strong>tes destinados, decía, al poderoso<br />

soberano de España. Veintinueve españoles, dos de <strong>el</strong>los capitanes, desc<strong>en</strong>dieron a<br />

tierra. A una señal los súbditos de Humabon se arrojaron sobre <strong>el</strong>los y los degollaron.<br />

El piloto, a qui<strong>en</strong> la muerte de los capitanes <strong>el</strong>evó de rep<strong>en</strong>te al rango de<br />

almirante, hizo apuntar los cañones sobre la ciudad y abrió fuego. Después de ese<br />

bombardeo de castigo, y sin int<strong>en</strong>tar un desembarco levaron anclas los tres navíos,<br />

mi<strong>en</strong>tras que los indíg<strong>en</strong>as decapitaban sobre la playa al último español cargado de<br />

ataduras, y abatían la gran cruz erigida hacía pocos días. En medio de <strong>el</strong>los Enrique,<br />

con <strong>el</strong> corazón r<strong>en</strong>coroso, veía alejarse los navíos.<br />

GEORGE BLOND.<br />

www.lectulandia.com - Página 21

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!