Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
A BORDO DE LA “KON TIKI”<br />
Habi<strong>en</strong>do descubierto que los predecesores de los incas d<strong>el</strong> Perú y los<br />
antepasados de ciertos polinesios adoraron al mismo dios, <strong>el</strong> sol, Kon Tiki, un jov<strong>en</strong><br />
sabio noruego, Thor Heyerdahl, dedujo que había habido emigraciones d<strong>el</strong> Perú a<br />
Polinesia a través d<strong>el</strong> océano Pacífico. Le objetaron que <strong>en</strong> aqu<strong>el</strong>la época lejana los<br />
peruanos no t<strong>en</strong>ían más que balsas, y que era imposible atravesar <strong>el</strong> Pacífico <strong>en</strong> tales<br />
embarcaciones. Para demostrar la verdad de su hipótesis, Thor Heyerdahl hizo<br />
construir una balsa exactam<strong>en</strong>te igual a los antiguos mod<strong>el</strong>os, tomó cinco<br />
compañeros, hombres duros como <strong>el</strong> granito, y un loro, e int<strong>en</strong>tó la experi<strong>en</strong>cia…, y<br />
triunfó. Durante los ci<strong>en</strong> días de su viaje, <strong>en</strong> 1947, fueron presas d<strong>el</strong> <strong>mar</strong> y sus<br />
habitantes, visitantes algunos tan asiduos como notables… D<strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de su viaje<br />
<strong>en</strong>tresacamos uno de los fragm<strong>en</strong>tos más interesantes.<br />
Involuntariam<strong>en</strong>te Knut tuvo un día una sesión de natación con un tiburón.<br />
T<strong>en</strong>íamos prohibido alejarnos durante <strong>el</strong> baño, tanto por la desviación de la balsa<br />
como por los tiburones. Pero un día <strong>en</strong> que <strong>el</strong> <strong>mar</strong> estaba completam<strong>en</strong>te tranquilo, y<br />
acabábamos de atrapar todos los tiburones que nos seguían, tuvimos una<br />
desagradable sorpresa. Knut se zambulló <strong>el</strong> primero. Se alejó mucho antes de<br />
remontar a la superficie e iniciar <strong>el</strong> regreso. En este mom<strong>en</strong>to vimos desde <strong>el</strong> mástil<br />
una sombra, más grande que su cuerpo, que subía tras él. Lanzamos un grito de<br />
alarma con la mayor calma posible, a fin de no asustarle, y él se dirigió nadando con<br />
todas sus fuerzas hacia <strong>el</strong> borde de la balsa. Pero aqu<strong>el</strong>la sombra pert<strong>en</strong>ecía a un<br />
nadador más notable aún, que subi<strong>en</strong>do de las profundidades ganaba terr<strong>en</strong>o<br />
rápidam<strong>en</strong>te. Alcanzaron la embarcación al mismo tiempo. Un tiburón de seis pies se<br />
deslizó bajo <strong>el</strong> vi<strong>en</strong>tre de Knut, mi<strong>en</strong>tras éste subía a bordo, y se detuvo al lado de la<br />
balsa. Le obsequiamos con una gran cabeza de dorada, <strong>en</strong> agradecimi<strong>en</strong>to de que no<br />
hubiera matado a nuestro ca<strong>mar</strong>ada.<br />
Más que la vista es <strong>el</strong> olor d<strong>el</strong> cebo lo que excita la voracidad de los tiburones.<br />
Para hacer esa experi<strong>en</strong>cia nos s<strong>en</strong>tábamos con las piernas <strong>en</strong> <strong>el</strong> agua. Después de<br />
acercarse a m<strong>en</strong>os de un metro de distancia, nos volvían tranquilam<strong>en</strong>te la espalda.<br />
Pero si había la m<strong>en</strong>or gota de sangre <strong>en</strong> <strong>el</strong> agua, como cuando acabábamos de<br />
limpiar <strong>el</strong> pescado, se animaban sus aletas y acudían desde lejos como moscas. Y<br />
cuando les arrojábamos vísceras de tiburón, les dominaba un verdadero fr<strong>en</strong>esí.<br />
Devoraban salvajem<strong>en</strong>te <strong>el</strong> hígado de sus pari<strong>en</strong>tes. Si <strong>en</strong>tonces metíamos un pie <strong>en</strong><br />
<strong>el</strong> agua, se lanzaban como cohetes, y como no <strong>en</strong>contraban <strong>el</strong> pie, que habíamos<br />
retirado precipitadam<strong>en</strong>te, clavaban sus agudos di<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la madera de la balsa.<br />
Estando a merced de sus propias emociones, sus reacciones pres<strong>en</strong>tan gran variedad.<br />
www.lectulandia.com - Página 177