Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Acababa Surcouf de dar la ord<strong>en</strong>, que recuerda a Hernán Cortés quemando sus<br />
naves, cuando partió d<strong>el</strong> K<strong>en</strong>t una nueva andanada que nos <strong>en</strong>sordeció y cubrió de<br />
llamas y fuego. Ante aqu<strong>el</strong> ataque la Confiance se estremeció desde su car<strong>en</strong>a hasta la<br />
punta de sus mástiles. Pero afortunadam<strong>en</strong>te estaba tan a ras d<strong>el</strong> agua que ap<strong>en</strong>as fue<br />
alcanzada.<br />
—¡Ahora tú, Drieux! —gritó <strong>en</strong> seguida Surcouf, dirigiéndose a su segundo, que<br />
mandaba la primera escuadra de abordaje.<br />
Drieux, oficial tan intrépido como efici<strong>en</strong>te, condujo su p<strong>el</strong>otón de abordaje con<br />
tanto valor como pres<strong>en</strong>cia de espíritu. Franqueó rápidam<strong>en</strong>te <strong>el</strong> espacio que separaba<br />
los dos navíos, y, llegando a alcanzar la proa, cayó impetuosam<strong>en</strong>te sobre <strong>el</strong> <strong>en</strong>emigo,<br />
<strong>el</strong> cual, por lo m<strong>en</strong>os, le hizo un espléndido recibimi<strong>en</strong>to.<br />
El palo de mesana de la Confiance, colocado junto a la borda y <strong>el</strong> ancla d<strong>el</strong> navío<br />
adversario, fija <strong>en</strong> las portañolas, estaba continuam<strong>en</strong>te cubierto por nuestras<br />
<strong>mar</strong>ineros que pasaban al K<strong>en</strong>t. Los ingleses quisieron cortar aqu<strong>el</strong> p<strong>el</strong>igroso paso,<br />
cayeron algunos de los nuestros, pero ni uno solo retrocedió.<br />
Gracias al <strong>en</strong>tusiasmo de nuestros cazadores de Borbón y al <strong>en</strong>tusiasmo de todo <strong>el</strong><br />
mundo fuimos pronto dueños d<strong>el</strong> castillo de proa d<strong>el</strong> K<strong>en</strong>t, pero este punto importante<br />
sólo repres<strong>en</strong>taba una tercera parte d<strong>el</strong> campo de batalla, y <strong>en</strong>tretanto <strong>el</strong> número de<br />
ingleses colocados sobre las pasar<strong>el</strong>as se hizo más compacto e imp<strong>en</strong>etrable.<br />
El capitán d<strong>el</strong> buque británico, llamado Rivington, hombre resu<strong>el</strong>to y de corazón,<br />
compr<strong>en</strong>dió que había llegado la hora de combatir seriam<strong>en</strong>te a los desgraciados<br />
av<strong>en</strong>tureros que tanto había desdeñado, y tras colocarse a la cabeza de su tripulación<br />
la dirigió con gran estrategia.<br />
Pero desgraciadam<strong>en</strong>te para él. Surcouf ya estaba a bordo y sólo la muerte le<br />
haría retroceder. Dominando desde lo alto d<strong>el</strong> pavés d<strong>el</strong> K<strong>en</strong>t la esc<strong>en</strong>a de la<br />
carnicería, <strong>el</strong> intrépido bretón se movía y hablaba al mismo tiempo. Su brazo hería y<br />
su boca ord<strong>en</strong>aba. Sin embargo —así me lo confesó días más tarde— estaba inquieto.<br />
Si la lucha se prolongaba demasiado tiempo perderíamos la v<strong>en</strong>taja inicial, pues<br />
ya se <strong>el</strong>evaba sobre las pasar<strong>el</strong>as una barricada compuesta de cadáveres <strong>en</strong>emigos y<br />
de nuestros ca<strong>mar</strong>adas, que nos separaba de los ingleses, Aqu<strong>el</strong>la muralla humana<br />
det<strong>en</strong>ía nuestro avance.<br />
El afr<strong>en</strong>toso desastre no restó valor a los ingleses, y además hubo un hecho<br />
curioso que com<strong>en</strong>zó a desconcertarnos, y que, sin embargo, creo poder explicar: ¡los<br />
vacíos de sus filas se ll<strong>en</strong>aban como por <strong>en</strong>canto!<br />
Desde que abordamos, casi todos nosotros habíamos <strong>el</strong>iminado a un inglés por<br />
término medio. ¡Luego, ya debíamos ser los dueños d<strong>el</strong> K<strong>en</strong>t! Y, sin embargo, no<br />
estábamos más ad<strong>el</strong>antados que <strong>en</strong> <strong>el</strong> primer mom<strong>en</strong>to, ni disminuía <strong>el</strong> número de<br />
<strong>en</strong>emigos.<br />
A cada hueco que hacíamos <strong>en</strong> sus filas, un nuevo alud caía desde lo alto de la<br />
toldilla d<strong>el</strong> K<strong>en</strong>t v<strong>en</strong>ía a reemplazar a sus amigos que yacían inanimados sobre <strong>el</strong><br />
castillo de popa. Era para perder la razón de asombro y rabia.<br />
www.lectulandia.com - Página 64