14.11.2018 Views

Grandes aventuras en el mar

Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.

Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

sobre <strong>el</strong> techo de palmas un bu<strong>en</strong> puesto de observación, al abrigo de todo p<strong>el</strong>igro.<br />

Una vez colgado allí sacudía la cabeza y saltaba de un extremo a otro d<strong>el</strong> techo,<br />

gritando de <strong>en</strong>tusiasmo. Este loro se hizo pronto un exc<strong>el</strong><strong>en</strong>te <strong>mar</strong>ino, siempre alegre.<br />

Nosotros decíamos que éramos siete a bordo: los seis y <strong>el</strong> loro verde. El cangrejo<br />

Johannes —otro involuntario compañero de viaje—, animal de sangre fría, tuvo que<br />

aceptar que lo conserváramos como un simple accesorio. El loro pasaba las noches <strong>en</strong><br />

su jaula, bajo <strong>el</strong> techo de la ca<strong>mar</strong>eta; pero durante <strong>el</strong> día se paseaba por <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te o<br />

colgaba de los ob<strong>en</strong>ques y los estayes ejecutando graciosos giros acrobáticos.<br />

Al principio colocamos t<strong>en</strong>sores sobre los estayes d<strong>el</strong> mástil, pero como éste<br />

desgastaba las cuerdas, las reemplazamos por nudos corredizos corri<strong>en</strong>tes. Cuando<br />

los estayes se r<strong>el</strong>ajaban con la acción d<strong>el</strong> vi<strong>en</strong>to y d<strong>el</strong> sol, nos lanzábamos todos a<br />

sost<strong>en</strong>er <strong>el</strong> mástil. De madera de manguiero, dura como <strong>el</strong> hierro, hubiera podido<br />

rozar contra las cuerdas y cortarlas. En los mom<strong>en</strong>tos más críticos, mi<strong>en</strong>tras<br />

tirábamos y halábamos, <strong>el</strong> loro empezaba a gritar con su voz aflautada:<br />

—¡Arriba, arriba! ¡Jo, jo, jo! ¡Ja, ja, ja!<br />

Y si nos echábamos a reír, él también rompía a carcajadas con su broma, dando<br />

vu<strong>el</strong>tas por los estayes.<br />

Al principio fue una calamidad para los operadores de la t<strong>el</strong>egrafía sin hilos.<br />

Cuando estaban s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> un rincón, y tranquilam<strong>en</strong>te absortos <strong>en</strong> su aparato a<br />

punto quizá de <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> contacto con Oklahoma, sus mágicos auriculares quedaban<br />

mudos. Giraban a toda prisa los mandos, pero no captaban <strong>el</strong> m<strong>en</strong>or sonido. El loro<br />

había logrado cortar la ant<strong>en</strong>a receptora con <strong>el</strong> pico. Ésta fue una de sus ocupaciones<br />

favoritas <strong>en</strong> los primeros tiempos, cuando <strong>el</strong> hilo aéreo estaba unido a un globo. Pero<br />

un día cayó nuestro favorito gravem<strong>en</strong>te <strong>en</strong>fermo. Hacía tristes gestos <strong>en</strong> su jaula y<br />

no quiso to<strong>mar</strong> alim<strong>en</strong>to durante cuar<strong>en</strong>ta y ocho horas. Sus excrem<strong>en</strong>tos estaban<br />

brillantes a causa de los trocitos dorados de ant<strong>en</strong>a. Los operadores se arrepintieron<br />

de sus injurias, y <strong>el</strong> loro se arrepintió de sus maldades. A partir de aqu<strong>el</strong> día Torstein<br />

y Knut se convirtieron <strong>en</strong> sus amigos preferidos, y sólo quiso dormir <strong>en</strong> la cá<strong>mar</strong>a d<strong>el</strong><br />

transmisor. Cuando <strong>el</strong> loro llegó a bordo, su l<strong>en</strong>gua natal era <strong>el</strong> español; pero B<strong>en</strong>gt<br />

dijo que ya lo hablaba con ac<strong>en</strong>to noruego aun antes de empezar a imitar las<br />

expresiones favoritas de Torstein, de sabor muy nórdico.<br />

El bu<strong>en</strong> humor y los brillantes colores d<strong>el</strong> loro hicieron nuestras d<strong>el</strong>icias durante<br />

dos meses, pero un día se alzó por popa una gruesa ola que se lo llevó cuando bajaba<br />

d<strong>el</strong> mástil. Cuando nos dimos cu<strong>en</strong>ta de que nuestro amigo había caído al <strong>mar</strong> era ya<br />

demasiado tarde. La Kon Tiki no podía volver atrás ni det<strong>en</strong>erse. Si algún objeto<br />

pasaba por <strong>en</strong>cima de la borda, no había medio de recobrarlo.<br />

www.lectulandia.com - Página 179

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!