Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
olvidé la tempestad, y me pregunté si habría v<strong>en</strong>ido a bordo para cortarme <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo.<br />
Él pareció adivinar mi p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to.<br />
—Señor —me dijo <strong>en</strong> cast<strong>el</strong>lano, alzando su bonete—, no he v<strong>en</strong>ido para haceros<br />
mal. —Y una sonrisa muy débil y ap<strong>en</strong>as perceptible, pero sonrisa al fin, pasó por su<br />
rostro, que al hablar parecía más amable—. No he v<strong>en</strong>ido para haceros mal. He<br />
navegado mucho, pero nunca he sido nada peor que un contrabandista. Pert<strong>en</strong>ezco a<br />
la tripulación de Cristóbal Colón —continuó—. Soy <strong>el</strong> piloto de la Pinta y he v<strong>en</strong>ido<br />
para ayudaros. Estad tranquilo, señor capitán: yo conduciré vuestro barco esta noche.<br />
T<strong>en</strong>éis cal<strong>en</strong>tura, pero mañana estaréis mejor. Yo p<strong>en</strong>saba que debía t<strong>en</strong>er <strong>el</strong> diablo <strong>en</strong><br />
<strong>el</strong> cuerpo para continuar con todas las v<strong>el</strong>as con semejante tiempo. De nuevo, como si<br />
leyese mi p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to, exclamó:<br />
—La Pinta está allá abajo, d<strong>el</strong>ante de nosotros, y hemos de alcanzarla.<br />
Necesitamos t<strong>el</strong>a.<br />
Después, cortando con los di<strong>en</strong>tes un gran pedazo de tabaco negro, añadió:<br />
Habéis hecho mal, capitán, mezclando las ciru<strong>el</strong>as con <strong>el</strong> queso. Es preciso saber<br />
siempre <strong>el</strong> orig<strong>en</strong> d<strong>el</strong> queso blanco que se come. ¿Quién sabe? Puede estar hecho con<br />
leche de cabra, y eso lo hace caprichoso…<br />
¡Basta! —grité—. ¡No estoy dispuesto a oír un curso de moral!<br />
Ext<strong>en</strong>dí un colchón <strong>en</strong> <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, para no seguir descansando <strong>en</strong> <strong>el</strong> <strong>en</strong>tarimado<br />
desnudo, y me acosté allí, siempre con los ojos fijos <strong>en</strong> mi extraño visitante, que,<br />
después de haber observado de nuevo que yo no t<strong>en</strong>ía “más que dolores y cal<strong>en</strong>tura”,<br />
sonrió irónicam<strong>en</strong>te y se puso a cantar una salvaje canción:<br />
¡Altas son las olas, feroces y refulg<strong>en</strong>tes!<br />
¡Alto es <strong>el</strong> rugido de la tempestad!<br />
¡Alto <strong>el</strong> grito de los pájaros d<strong>el</strong> <strong>mar</strong>!<br />
¡Altas son las Azores!…<br />
Sin duda mi estado mejoraba, pues tuve la fuerza necesaria para suplicarle con<br />
acritud que me disp<strong>en</strong>sara de oír las coplas sigui<strong>en</strong>tes, si las había. Yo seguía<br />
sufri<strong>en</strong>do mucho. Fuertes olas golpeaban contra <strong>el</strong> Spray, pero <strong>en</strong> mi d<strong>el</strong>irio creía que<br />
eran los barcos que descargaban sobre un mu<strong>el</strong>le, donde me imaginaba ahora que<br />
estaba a<strong>mar</strong>rado mi v<strong>el</strong>ero.<br />
—¡Vais a destrozar vuestros barcos! —gritaba yo con insist<strong>en</strong>cia, cada vez que<br />
una ola golpeaba contra <strong>el</strong> costado—. ¡Vais a romper vuestros barcos, pero no<br />
hundiréis al Spray! ¡Es sólido!<br />
Cuando mis “dolores y mi cal<strong>en</strong>tura” pasaron observé que las olas habían lavado<br />
<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te tan a conci<strong>en</strong>cia que estaba blanco como los di<strong>en</strong>tes de un tiburón, y que<br />
todo lo que no estaba sólidam<strong>en</strong>te atado había sido arrastrado por <strong>el</strong>las. Con gran<br />
sorpresa vi, cuando llegó <strong>el</strong> día, que <strong>el</strong> Spray había conservado <strong>el</strong> rumbo que yo le<br />
había señalado la víspera, y que continuaba <strong>mar</strong>chando como un pura sangre. El<br />
www.lectulandia.com - Página 85