Grandes aventuras en el mar
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
Grandes gestas marineras, y no tan marineras, de todos los tiempos.
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>en</strong> las Azores, donde se había conv<strong>en</strong>ido una <strong>en</strong>trevista. Algunos días más tarde llegó<br />
la señora Briggs y se instaló a bordo de la Mary C<strong>el</strong>este con su piano.<br />
Mi<strong>en</strong>tras tanto Briggs proseguía sus esfuerzos para procurarse <strong>el</strong> complem<strong>en</strong>to de<br />
su tripulación. Se dirigió finalm<strong>en</strong>te al dueño de un bar, espantoso crápula,<br />
especializado <strong>en</strong> <strong>el</strong> changayaje. Ese término designa la operación que consiste <strong>en</strong><br />
transportar a bordo de los navios que estaban mal de tripulación a los deshechos de la<br />
justicia, previsoram<strong>en</strong>te embriagados y drogados. De esta manera se completó <strong>el</strong><br />
personal de la Mary C<strong>el</strong>este. Entre los bandidos más siniestros, así reclutados, se<br />
<strong>en</strong>contraba un colosal bruto de nombre Carl V<strong>en</strong>holt, cochero de Ohio, que no había<br />
puesto jamás <strong>el</strong> pie sobre <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te de un navío. El 7 de noviembre de 1872 por la<br />
mañana la Mary C<strong>el</strong>este y <strong>el</strong> Dei Gratia salieron juntos.<br />
Inútil decir que, ap<strong>en</strong>as <strong>en</strong> alta <strong>mar</strong>, los forajidos embarcados bajo <strong>el</strong> imperio de<br />
la droga recobraron sus s<strong>en</strong>tidos y am<strong>en</strong>azaron con romperlo todo. El t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te<br />
Hullock, que sí había visto <strong>en</strong> semejantes casos, supo intimidarlos. Pero tuvo que<br />
luchar con V<strong>en</strong>holt, a qui<strong>en</strong> administró finalm<strong>en</strong>te una memorable paliza. El gigante<br />
de Ohio se dio por avisado y estuvo más apaciguado.<br />
El principio de la travesía se desarrolló sin incid<strong>en</strong>te notable, por lo m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> lo<br />
que respecta a la tripulación. A popa la atmósfera no tardó <strong>en</strong> cargarse de <strong>el</strong>ectricidad<br />
a causa de la pres<strong>en</strong>cia de Mary Briggs. Ésta, indignada por la brutalidad de que<br />
Hullock daba pruebas con respecto a los <strong>mar</strong>ineros —a decir verdad no había otro<br />
medio <strong>en</strong> absoluto para conseguir ser obedecido por la mayor parte—, no se ret<strong>en</strong>ía<br />
de decir muy alto su modo de p<strong>en</strong>sar. Hullock respondía groseram<strong>en</strong>te, añadi<strong>en</strong>do<br />
que <strong>el</strong> piano le destrozaba los oídos y le impedía dormir. El capitán Briggs, hombre<br />
débil y sin autoridad, se callaba.<br />
Un día un golpe de <strong>mar</strong> rompió las a<strong>mar</strong>ras que sost<strong>en</strong>ían <strong>el</strong> instrum<strong>en</strong>to músico.<br />
Hullock fue <strong>en</strong> persona a a<strong>mar</strong>rarlo de nuevo, pero <strong>en</strong> una posición que, según<br />
p<strong>en</strong>saba él, impediría a la señora Briggs tocarlo. Se equivocaba. Pequeña y m<strong>en</strong>uda,<br />
la mujer d<strong>el</strong> capitán logró deslizarse de modo que pudiera seguir tocando su teclado.<br />
Hullock, furioso, se consolaba bebi<strong>en</strong>do grandes copas de aguardi<strong>en</strong>te.<br />
En dieciséis días de viaje la Mary C<strong>el</strong>este había hecho la travesía de las Azores.<br />
El 24 de noviembre Briggs llevó sobre <strong>el</strong> libro de a bordo la anotación que debía<br />
hacerse famosa: “36º de latitud norte, 27º de longitud oeste. Bu<strong>en</strong> tiempo”.<br />
Bruscam<strong>en</strong>te a la caída de la tarde una viol<strong>en</strong>ta turbonada d<strong>el</strong> noroeste se abatió<br />
sobre <strong>el</strong> navío. Una ola <strong>en</strong>orme barrió <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te, tirando al <strong>mar</strong>inero Sansón, que se<br />
hallaba <strong>en</strong> la barra. El navío se puso de costado. Pemberton, desde su cocina, oyó a la<br />
señora Briggs lanzar un grito. Afortunadam<strong>en</strong>te Jackson Hullock era un verdadero<br />
<strong>mar</strong>ino. Asi<strong>en</strong>do la barra, dio las órd<strong>en</strong>es que, <strong>en</strong> algunos minutos, volvieron a poner<br />
<strong>en</strong> pie al navío. Un cuarto de hora más tarde la turbonada había pasado. Pero <strong>el</strong> drama<br />
de la Mary C<strong>el</strong>este iba a com<strong>en</strong>zar.<br />
El piano, habi<strong>en</strong>do roto de nuevo sus a<strong>mar</strong>ras, cayó sobre Mary Briggs. Y esta<br />
masa rodante, agitada por <strong>el</strong> cabeceo d<strong>el</strong> barco, pasó varias veces sobre <strong>el</strong> cuerpo de<br />
www.lectulandia.com - Página 161