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RDB -AGOSTO-2021

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profesionalmente en este círculo enfrentan circunstancias que colocan

en riesgo su seguridad física y emocional.

Ante el acoso laboral y sexual, las mujeres tatuadoras han decidido no

sólo denunciar sino dar un paso más: construir espacios seguros donde

ellas y sus clientas puedan disfrutar del proceso creativo.

Giovanna y Brisa concibieron la idea de fundar Casita Sololoy a partir de

una experiencia personal. En el sitio donde Giovanna y Jackie tatuaban,

Jackie vivió una experiencia incómoda con uno de sus compañeros, quien

se acercaba a ella y la tocaba innecesariamente en la cintura y los

hombros. Además, a pesar de que las dos tatuadoras eran socias del

espacio, no podían participar en las decisiones sobre cómo manejarlo.

Así que el momento clave para dejar el estudio llegó cuando se enteraron

de que su socio había acosado a una clienta: la jaló e intentó besarla

durante la sesión. Jackie se dio cuenta que estaba trabajando en un sitio

en donde las mujeres no estaban seguras.

“Muchísimas morras pasan por acoso cuando se están tatuando y eso se

normaliza. Se piensa algo así como ‘ok, no pasa nada’”. Jackie no cree

en ello: “No, no tiene por qué ser así. El tatuaje debe hacerse siempre

desde el respeto; nosotras lo tenemos muy claro aquí, en el estudio”.

Giovanna y Brisa buscaron un sitio y, finalmente, fundaron Casita Sololoy

en noviembre de 2020. Cuatro meses después de su fundación, Giovanna

recibió a Garabattoo sin saber que iba a pedir trabajo. “Me preguntó ‘¿te

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