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RDB -AGOSTO-2021

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lado del Atlántico. Su crónica enfermedad cardiaca todavía no le había

impedido asistir a sus compromisos y actividades como maestro en

filosofía. De hecho, fue gracias a esta vocación que se ganó el

reconocimiento como profesor emérito, otorgado en 1961 por la

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), veinte años antes,

en 1941, había adquirido la nacionalidad mexicana.

Llegado el año 1969, pocos meses antes de que cumpliera su

septuagésimo aniversario, el filósofo que nació con el siglo XX intuía

acaso su fin en aquellas tierras. Así dejó constancia Leopoldo Zea en el

prólogo que escribió para la obra gaosiana En torno a la filosofía

mexicana. El pensador mexicano, que fue uno de sus más destacados

alumnos, confiesa en ese escrito que Gaos, días antes de su muerte, le

manifestó: “No sé cuánto aguante este corazón, espero, al menos, llegar

a los setenta años…”. Sin embargo, el pensador transterrado, como él

mismo se hizo llamar, murió de 69 años, a pesar de su anhelo; dejó

entonces a su discípulo la encomienda de que su obra fuera conocida.

Si bien no podía juzgarla por sí mismo como buena o mala, sabía que

quedaría como la culminación de su accidentada existencia.

Esta fue la última voluntad de quien hoy se sabe fue uno de los más

notables promotores del pensamiento hispanoamericano, acogido

entrañablemente por América y, particularmente, por México. Así lo

explica en nuestra entrevista, Antonio Zirión Quijano, catedrático de la

UNAM, actual coordinador del proyecto Obras Completas de José Gaos.

“Él sigue siendo una figura muy importante. Su vocación como profesor

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