Volume 1 - Número 8 - EDUEP - Uepb
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SocioPoética - <strong>Volume</strong> 1 | <strong>Número</strong> 8<br />
julho a dezembro de 2011<br />
II. El hombre como un enigma para Dios.<br />
Esta idea audaz y estimulante me fue sugerida por la lectura del artículo de Adolphe<br />
Gesché, “La théologie dans le temps de l’homme. Littérature et Révelation 12 .”<br />
Preguntándose también por la relación entre teología y literatura, señala que la teología<br />
puede hacer un aporte a la literatura en la media en que se defina como una<br />
antropología teologal. Es decir, al proponer al Dios que se revela en Jesús, la teología<br />
debe explicitar, en el mismo impulso, lo que esta visión dice auténticamente del<br />
hombre y al hombre. Como lo veíamos en el punto precedente, la teología al volver<br />
incesantemente a su fuente, la experiencia del Dios vivo que se autocomunica a su<br />
Pueblo y que se recoge en la Biblia, ofrece una visión del hombre que se define por<br />
un Tú trascendente y amante, que lo funda, que lo llama y lo salva, constituyéndolo<br />
como un interlocutor de Dios, capaz de tenerse de pie delante de Él y de responder<br />
a su llamado. Y al mismo tiempo, y este es el punto que quiero subrayar, por esta<br />
misma dinámica relacional de la autocomunicación de Dios, el ser humano, tal<br />
como es en su condición enigmática, se vuelve, de algún modo, una interrogante<br />
para Dios. Así, el ser humano representa para sí mismo una instancia reveladora<br />
de lo que está llamado a ser ante Dios, y, para Dios, una instancia reveladora de<br />
lo que Él es y quiere ser para el hombre. Deteniéndose en algunos relatos bíblicos,<br />
Gesché señala que Yahveh mismo se interroga sobre el hombre, sobre sus móviles.<br />
Así por ejemplo, tras la visita de Yahveh a Abraham a través de los tres enigmáticos<br />
huéspedes, bajo la encina de Mambré (Gn 18, 1-15), y antes de dirigirse a Sodoma,<br />
Yahveh quiere verificar si el clamor que le ha llegado, acerca del pecado gravísimo<br />
de estas ciudades, es del todo verdad (Gn 18,16-33). Y así antes de juzgar a estas<br />
ciudades, Yahveh consulta a Abraham acerca de lo que pasa en estas ciudades. Y tal<br />
es su proximidad con Yahveh que Abraham se atreve a interceder ante éste por los<br />
justos que se encontrarían en estas ciudades y, de este modo, influir y modificar la<br />
sentencia que Yahveh quiere ejecutar sobre ellas.<br />
Una relación no menos sorprendente de proximidad por parte de Yahveh se<br />
narra en Génesis 32,23-33. En el vado de Yabboq (el ángel de) Dios se presenta a<br />
Jacob. Estando allí solo, Jacob lucha con alguien durante toda la noche hasta rayar<br />
el alba. Y ese alguien- Yahveh- desea conocer con quien ha luchado y así otorgarle<br />
la bendición que pide. Para ello Yahveh se ve obligado a preguntarle el nombre a<br />
su contendor, nombre que él ignora. Por su parte, Jacob obtiene la bendición de<br />
su contendor y cuya identidad conoce sólo tras su desaparición y su ausencia, ya<br />
en pleno día, y por la lesión que quedó tras ese embate. Jacob ha luchado con Dios<br />
mismo. De alguna manera, para que Jacob advenga a sí mismo, es necesaria la pregunta<br />
que Dios mismo le plantea “¿Cuál es tu nombre?”. Y a la vez, la ausencia del<br />
contendor y la herida corporal permiten a posteriori a Jacob encontrar la respuesta<br />
a su pregunta sobre la identidad de Aquel con el que ha luchado. Entonces y sólo<br />
12 Adolphe Gesché, « La théologie dans le temps de l’homme. Littérature et Révélation » en Jacques Vermeylen,<br />
Cultures et théologies en Europe. Jalons pour un dialogue. Paris : Cerf, 1995.