Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
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juan carlos giménez<br />
ba que así fuera, que <strong>en</strong> el<strong>la</strong> estuviera <strong>la</strong> mítica «campana de oro» de Calilegua 1 .<br />
Antes de coronar el Hermoso, luego de una cuesta, abajo y a <strong>la</strong> izquierda, <strong>en</strong> una<br />
pequeña pradera, como susp<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> <strong>la</strong>s alturas, está el pueblito de Alto Calilegua,<br />
el más cercano a <strong>la</strong> cumbre. Su iglesia, escue<strong>la</strong> y <strong>la</strong>s casitas aparec<strong>en</strong> como<br />
pintadas <strong>en</strong> el paisaje. Coronando tanta grandiosidad, revoloteaba sobre nuestras<br />
cabezas una pareja de cóndores que <strong>en</strong> su magnífico y sil<strong>en</strong>cioso vuelo, ya estaban<br />
por <strong>en</strong>cima, al costado o por debajo espiando nuestros movimi<strong>en</strong>tos. Luego de<br />
observarnos un rato se alejaron solemnem<strong>en</strong>te.<br />
Llegué a <strong>la</strong> cima con mucha ansiedad, eran cerca de <strong>la</strong>s seis de <strong>la</strong> tarde con un<br />
cielo c<strong>la</strong>ro y el sol recostándose a nuestras espaldas. El lugar es p<strong>la</strong>no y termina<br />
abruptam<strong>en</strong>te al borde de los inm<strong>en</strong>sos acanti<strong>la</strong>dos que miran al valle del río San<br />
Francisco. Asomarse a ese balcón fue sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te, había algo de bruma, pero el<br />
valle se veía magnífico, con muchísimos tonos de verde: <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntaciones de caña<br />
de azúcar, citrus, paltas, mangos, bananos y zonas de monte. Se apreciaba Libertador,<br />
el río San Lor<strong>en</strong>zo, Calilegua. A <strong>la</strong> derecha el río Ledesma, Fraile Pintado y al<br />
norte, sur, este, otros lugares que <strong>la</strong> distancia y <strong>la</strong> neblina deformaban. Al fondo,<br />
<strong>la</strong>s serranías de Santa Bárbara, y recostado <strong>en</strong> el<strong>la</strong>s, se divisaba tortuoso, como<br />
una gigantesca serpi<strong>en</strong>te marrón, el río San Francisco.<br />
Estaba extasiado por el paisaje, <strong>la</strong> quietud y el sil<strong>en</strong>cio. Era el único embobado;<br />
para mis compañeros, viejos habitantes de <strong>la</strong>s serranías, eso era algo natural y lógico.<br />
Cumplían con sus tareas de descargar y soltar los animales; íbamos a acampar<br />
allí, a <strong>la</strong> intemperie, <strong>en</strong> <strong>la</strong> montaña. Rápido se puso el sol, una iluminación<br />
rojo granada demarcó nítidam<strong>en</strong>te los cerros del poni<strong>en</strong>te, los de <strong>la</strong> Quebrada de<br />
Humahuaca.<br />
¡Qué notable!, desde <strong>la</strong>s alturas se veían, casi al alcance de <strong>la</strong> mano, dos regiones<br />
completam<strong>en</strong>te distintas de Jujuy: el tórrido Ramal, el valle del río San Francisco,<br />
l<strong>en</strong>gua, comi<strong>en</strong>zo de <strong>la</strong> inm<strong>en</strong>sa l<strong>la</strong>nura chaqueña y <strong>la</strong> seca, fría puna. Estábamos<br />
<strong>en</strong> el medio, <strong>en</strong> el <strong>la</strong>do verde del mundo andino: <strong>la</strong>s yungas <strong>jujeña</strong>s, <strong>la</strong>s <strong>selva</strong>s de<br />
montaña con sus pastizales de altura como is<strong>la</strong>s.<br />
Al llegar <strong>la</strong> noche el panorama cambió radicalm<strong>en</strong>te. No había luna, el cielo se<br />
transformó rápidam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> un inm<strong>en</strong>so terciopelo negro salpicado de estrel<strong>la</strong>s<br />
de todo tamaño, muy cercanas. La Vía Láctea se perfi<strong>la</strong>ba c<strong>la</strong>rísima como un verdadero<br />
camino de este a oeste. Y, mirando con at<strong>en</strong>ción se veían estrel<strong>la</strong>s móviles:<br />
¡eran los satélites artificiales!, según mis compañeros de viaje.<br />
Inquieto, me asomé nuevam<strong>en</strong>te al balcón: ¡lo que vi era indescriptible! El valle<br />
negrísimo, salpicado de luces, ¡otro cielo!, una gigantesca maqueta luminosa. Los<br />
1 <strong>la</strong> Campana de oro de Calilegua es una ley<strong>en</strong>da. los jesuitas estuvieron un breve <strong>la</strong>pso <strong>en</strong> el Chaco occid<strong>en</strong>tal,<br />
1750−1767, incursionaron por <strong>la</strong>s yungas; fueron expulsados de américa por el rey Carlos iii. <strong>en</strong>tre sus múltiples<br />
actividades, explotaban oro <strong>en</strong> <strong>la</strong> serranía de Calilegua. se dice que habían fundido una campana de ese metal,<br />
que tuvieron que ocultar cuando se marcharon abruptam<strong>en</strong>te y, que <strong>en</strong> algunas ocasiones se <strong>la</strong> si<strong>en</strong>te tañer.<br />
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