Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
22<br />
La fu<strong>en</strong>te de <strong>la</strong> juv<strong>en</strong>tud<br />
nuestras <strong>Yungas</strong>, <strong>re<strong>la</strong>tos</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>selva</strong> <strong>jujeña</strong><br />
Desde que com<strong>en</strong>cé a frecu<strong>en</strong>tar San Francisco, s<strong>en</strong>tí hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong>s aguas termales<br />
del Jordán, que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> propiedades curativas para los males de <strong>la</strong> vejez, es más,<br />
¡pued<strong>en</strong> devolver <strong>la</strong> juv<strong>en</strong>tud! Pero me fue difícil llegar a el<strong>la</strong>s ¿Sería un lugar con<br />
piletones naturales magníficos o un tibio chorrito que se deslizaba por <strong>la</strong>s piedras?<br />
Tantos misterios y dificultades habían increm<strong>en</strong>tado mi interés, más desde que<br />
un guía desistió llevarme a último mom<strong>en</strong>to, dejándome p<strong>la</strong>ntado. Pero un día<br />
pude visitar<strong>la</strong>s, me llevó Val<strong>en</strong>tín que vive cerca de mi casa y conoce bi<strong>en</strong> el lugar.<br />
Era invierno, <strong>la</strong> época ideal para visitar<strong>la</strong>s. Salimos un domingo temprano, para<br />
estar de regreso a medio día; fue una excursión de reconocimi<strong>en</strong>to; estaba <strong>en</strong>tusiasmado<br />
porque iría con mi nuevo compañero: «Paco», un perro coquer, muy<br />
juguetón, que es de Danie<strong>la</strong>, <strong>la</strong> novia de Luigi, el mayor de mis hijos. Hacía tiempo<br />
insistían que lo trajera, cosa que v<strong>en</strong>ía posponi<strong>en</strong>do hasta que nos conociéramos<br />
un poco más con el pichicho; <strong>la</strong> verdad que es dócil, despierto, bu<strong>en</strong> compañero;<br />
hicimos bu<strong>en</strong>as migas, nos <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimos bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> poco tiempo y desde esa vez, Paco<br />
se transformó, <strong>en</strong> acompañante oficial de los viajes a San Francisco. Por su aspecto,<br />
porte tan especial y sobretodo sus <strong>la</strong>rgas orejas y su carácter tranquilo, l<strong>la</strong>ma<br />
mucho <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción; es muy querido por los chicos del lugar.<br />
El domingo busqué a Val<strong>en</strong>tín, fuimos <strong>en</strong> mi camioneta, yo llevaba a Paco y él<br />
a sus perros. Sólo el ciudadano coquer aceptó ir <strong>en</strong> <strong>la</strong> caja del vehículo; los otros<br />
corrían felices a <strong>la</strong> par. Íbamos re<strong>la</strong>tivam<strong>en</strong>te despacio, hubo que abrir un portón<br />
cerrado con candado; desde ya que era imprescindible Val<strong>en</strong>tín –p<strong>en</strong>sé– pues ti<strong>en</strong>e<br />
<strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ves. Desc<strong>en</strong>dimos por una huel<strong>la</strong> maderera. M<strong>en</strong>os mal que íbamos <strong>en</strong><br />
tiempo seco, cruzábamos barriales <strong>en</strong>durecidos, con profundas huel<strong>la</strong>s de camiones<br />
y ganado. Eran «volcanes» solidificados con una peligrosa inclinación y lechos<br />
de arroyos secos. En perman<strong>en</strong>te desc<strong>en</strong>so llegamos a un descampado con apari<strong>en</strong>cia<br />
de campam<strong>en</strong>to maderero abandonado, allí dejamos <strong>la</strong> F100. Paco saltó<br />
<strong>en</strong>tusiasmadísimo de <strong>la</strong> camioneta, al segundo se movía <strong>en</strong> el monte como Juan<br />
por su casa con los otros perros, cosa que me tranquilizó, no sabía cómo iba a reaccionar<br />
con congéneres desconocidos.<br />
Caminamos <strong>en</strong> desc<strong>en</strong>so por un monte <strong>en</strong>marañado y seco. Íbamos por imperceptibles<br />
s<strong>en</strong>deros, Val<strong>en</strong>tín y los perros ade<strong>la</strong>nte. De a trechos se veían hileras de<br />
piedra bi<strong>en</strong> rectas que afirmaban y sost<strong>en</strong>ían el camino. Al ver mi curiosidad, Val<strong>en</strong>tín<br />
com<strong>en</strong>tó: –Es el antiguo camino de herradura a Alto Calilegua, ya verá que<br />
más ade<strong>la</strong>nte hay una divisoria, <strong>la</strong> que va a Valle Grande, por aquí se transitaba<br />
antes que se haga <strong>la</strong> ruta actual.<br />
Tomamos hacia <strong>la</strong> izquierda, debíamos buscar el Jordán, desc<strong>en</strong>der por una barranca<br />
que por suerte no era vertical, de tierra floja, pero t<strong>en</strong>ía arbustos donde<br />
podía agarrarme. Yo estaba calzado con botas y llevaba el bastón del cerro que<br />
mucho me ayudaba. Paco se des<strong>en</strong>volvía con una asombrosa naturalidad ante ese