08.05.2013 Views

Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

34<br />

nuestras <strong>Yungas</strong>, <strong>re<strong>la</strong>tos</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>selva</strong> <strong>jujeña</strong><br />

nes de plástico semiabiertos <strong>en</strong> el piso, todo precario, peligroso para <strong>la</strong> salud.<br />

En el patio contra <strong>la</strong> pared, protegidos por el alero había más leña, bi<strong>en</strong> acomodada,<br />

también un antiquísimo arado de madera que tiraba un buey. T<strong>en</strong>ían una<br />

huerta cerca de <strong>la</strong> casa; <strong>la</strong> trabajaban al fines de <strong>la</strong> primavera, comi<strong>en</strong>zos del verano,<br />

sembraban maíz, papa, zapallo, cayote, verduras, que se daban magníficas, con<br />

bu<strong>en</strong> sol, agua abundante, <strong>en</strong> una tierra de primera. En <strong>la</strong> otra habitación, debajo<br />

del alero, se veía colgadas mazorcas cortas de maíz morado, de granos ya secos con<br />

sus cha<strong>la</strong>s abiertas. Era un depósito y dormitorio de <strong>la</strong> dueña de casa; allí <strong>en</strong>tró a<br />

sacar vellones de <strong>la</strong>na, cueros de oveja, secos, sin <strong>la</strong>var. Lino eligió los mejores; los<br />

quería para hacerle aperos nuevos a su montura y estr<strong>en</strong>arlos el 17 de agosto <strong>en</strong><br />

el desfile de Libertador. También separó algunos vellones que serían para el te<strong>la</strong>r<br />

comunitario de San Francisco que el municipio había puesto <strong>en</strong> marcha para el<br />

p<strong>la</strong>n de Jefas y Jefes de Hogar (foto 10, Pág. 117). Luego fueron a <strong>la</strong> habitación más<br />

alejada; fr<strong>en</strong>te a el<strong>la</strong>, <strong>en</strong> el piso, secándose al sol, había más vellones y cueros; se<br />

eligieron los mejores para completar <strong>la</strong> carga. Los vellones fueron acomodados<br />

<strong>en</strong> bolsas de arpillera, cuatro por cada una, eran de bu<strong>en</strong> tamaño pero livianos.<br />

Mi<strong>en</strong>tras los preparaban, aprovechando que estaba <strong>la</strong> dueña de casa, <strong>en</strong>tré <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />

habitación. Quedé admirado con lo que vi: era un dormitorio–depósito–desp<strong>en</strong>sa.<br />

Al igual que el resto de <strong>la</strong>s construcciones estaba toda hecha de piedras ligadas<br />

con barro, con una so<strong>la</strong> abertura, <strong>la</strong> puerta de <strong>en</strong>trada; aquí el techo era de chapas;<br />

<strong>la</strong>s camas estaban estaqueadas al piso, cubiertas con gruesas y multicolores mantas<br />

de <strong>la</strong>na de oveja, tejidas por <strong>la</strong>s señoras.<br />

Debajo de <strong>la</strong>s camas, desparramadas <strong>en</strong> el piso se apreciaban papas de varias<br />

c<strong>la</strong>ses, oca, cayotes, zapallos pequeños. En fardos de cha<strong>la</strong> de choclo y ti<strong>en</strong>tos,<br />

había maíces de distinto tamaño y color. Contra <strong>la</strong> pared, leña prolijam<strong>en</strong>te acomodada.<br />

Del techo colgaban unas p<strong>la</strong>taformas de varil<strong>la</strong>s que t<strong>en</strong>ían abundante<br />

charqui; de cordero y vaca; manojos de hierbas secas: «arca», «salvia», «muñamuña»,<br />

yuyos del cerro que usan para hacer infusiones alim<strong>en</strong>tarias o medicinales.<br />

Se veían viejas máquinas de moler maíz, picar carne, coser a manija y otras cosas<br />

que no alcanzaba a id<strong>en</strong>tificar bi<strong>en</strong>.<br />

Estaba asombrado por <strong>la</strong>s provisiones que t<strong>en</strong>ían; productos del lugar, de su<br />

trabajo, de máquinas simples, pero de gran utilidad para sobrevivir <strong>en</strong> el crudo<br />

invierno que se avecinaba <strong>en</strong> esas soledades. Doña Flor<strong>en</strong>cia al ver mi at<strong>en</strong>ción e<br />

interés por sus productos, me obsequió charqui, papa, oca, que acepté gustoso y<br />

agradecido. Ahí le pregunté cómo hac<strong>en</strong> con <strong>la</strong>s ovejas durante <strong>la</strong>s nevadas. Me<br />

contó que <strong>la</strong>s proteg<strong>en</strong> <strong>en</strong> una cueva gigantesca que hay cerca, que el<strong>la</strong>s se van a<br />

vivir allí para cuidar<strong>la</strong>s de los pumas y, como el mal tiempo, <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral nunca dura<br />

más de tres días, se quedan todos juntitos y, cuando despeja, sal<strong>en</strong> nuevam<strong>en</strong>te<br />

al campo; que también <strong>en</strong> julio y agosto, <strong>la</strong>s llevan a pastar a «Yaretayo» un lugar<br />

con pastos residuales y agua, <strong>en</strong>tre el Amarillo y el Hermoso, a más de 3.000 metros<br />

de altura, allí no nieva, eso es después de <strong>la</strong> marcada, el 24 de junio, día de San

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!