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Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

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Andrés Cazón<br />

nuestras <strong>Yungas</strong>, <strong>re<strong>la</strong>tos</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>selva</strong> <strong>jujeña</strong><br />

El otro personaje de Vallecito es Andrés Cazón, un criollo nacido <strong>en</strong> Pampichue<strong>la</strong>,<br />

hombre mayor, sobrepasa los set<strong>en</strong>ta años, delgado, fuerte, de mediana estatura,<br />

hábil para <strong>la</strong>s tareas de campo, desd<strong>en</strong>tado como <strong>la</strong> mayoría de los adultos <strong>en</strong> el<br />

cerro, su dicción es algo farful<strong>la</strong>nte por lo que hay que estar at<strong>en</strong>to cuando hab<strong>la</strong>.<br />

Tranquilo, de mirar a los ojos, su rostro está curtido por el sol y los años, vive conchabado<br />

con los Cari de hace muchos años.<br />

Una vez acompañé a Andrés por el cerro, iba a ver unas vacas a «<strong>la</strong> cresta del<br />

Sunchales», <strong>la</strong> terminación abrupta de <strong>la</strong> <strong>la</strong>dera, que nace kilómetros abajo <strong>en</strong> el<br />

río Valle Grande. Cuando se equipaba me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción que preparara su vieja<br />

escopeta del 16 y al preguntarle el por qué me dijo: «Andan cóndores por allí, atacan<br />

los terneros y, si se pon<strong>en</strong> a tiro, los bajo». Eso no me gustó, traté de explicarle que<br />

el cóndor es carroñero, come animales muertos, no ataca a los vivos y me contestó<br />

con sorna: Pregúntele a Mardonio cuántos terneros perdió <strong>en</strong>tre <strong>la</strong>s garras de esos<br />

caranchos de a<strong>la</strong> b<strong>la</strong>nca. Anita que miraba <strong>la</strong> esc<strong>en</strong>a, as<strong>en</strong>tía con <strong>la</strong> cabeza, dando su<br />

aprobación, y dijo que su hijo había visto el día anterior una manada de chanchos<br />

del monte <strong>en</strong> una aguada cercana, que podrían estar todavía; ésa era otra razón<br />

para llevar<strong>la</strong>. Pero <strong>la</strong> verdad, el llevar arma no me conv<strong>en</strong>cía, yo quería conocer lugares,<br />

ver paisajes, no cazar animales. Me había com<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> una visita anterior que<br />

desde arriba se veían todos los pob<strong>la</strong>dos de alrededor; eso era lo que me interesaba.<br />

Desde Vallecito iniciamos el asc<strong>en</strong>so, él con escopeta, honda, machete y su pequeño<br />

bolso con provisiones, muy l<strong>la</strong>mativas para mí. Vi cuando <strong>la</strong>s preparaba:<br />

¡un gavilán hervido! lo había cazado el día anterior; papa con cáscara, mote y un<br />

pedazo de bollo; su botellita de agua, dos pomelos de <strong>la</strong> casa «para darle gusto», no<br />

puede tomar<strong>la</strong> so<strong>la</strong>. Llevaba un viejo sombrero de fieltro y se calzó unas modernas<br />

zapatil<strong>la</strong>s Yomak de gruesas y dibujadas p<strong>la</strong>ntas. Todo era completam<strong>en</strong>te distinto<br />

a mi equipo: prismáticos, máquina de fotos, fiambre, queso, pan, naranjas, agua<br />

mineral y, todo eso pesaba bastante.<br />

El s<strong>en</strong>dero comi<strong>en</strong>za <strong>en</strong> <strong>la</strong> casa, cruza el camino carretero, <strong>la</strong> primera parte d<strong>en</strong>tro<br />

del monte serrano. Luego de una hora y media de firme andar se llega a los pe<strong>la</strong>dares,<br />

el cambio de monte a pastizales se da de manera brusca como trazado con una<br />

reg<strong>la</strong>; cuando se llega a ellos se los ve allí, de<strong>la</strong>nte, <strong>en</strong> perman<strong>en</strong>te subida, como una<br />

pared casi vertical, verde o amaril<strong>la</strong> según <strong>la</strong> estación, que se pierde <strong>en</strong> el cielo.<br />

Mi<strong>en</strong>tras uno camina asc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do no percibe el cambio exterior del paisaje, que<br />

ocurre ap<strong>en</strong>as comi<strong>en</strong>za a trepar, pero al darse vuelta, luego de resol<strong>la</strong>r un rato para<br />

recuperar ali<strong>en</strong>to, se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra con una gran sorpresa: ¡El mundo es distinto! y queda<br />

maravil<strong>la</strong>do ante una formidable visión panorámica; si<strong>en</strong>te que <strong>la</strong> caminata, el<br />

cansancio, no fueron <strong>en</strong> vano. Habíamos superado <strong>en</strong> altura a <strong>la</strong> quebrada del río de<br />

Valle Grande, estábamos por <strong>en</strong>cima de el<strong>la</strong>, apreciando de una manera increíble<br />

el paisaje: debajo, el camino carretero, que aparecía y desaparecía por <strong>la</strong>s curvas y

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