Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
44<br />
nuestras <strong>Yungas</strong>, <strong>re<strong>la</strong>tos</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>selva</strong> <strong>jujeña</strong><br />
tes de partir. Por suerte t<strong>en</strong>ía un pulso estable, lo acomodamos de costado tal como<br />
estaba cuando lo <strong>en</strong>contré, <strong>en</strong> esa posición estaba más cómodo, respiraba mejor.<br />
Mi<strong>en</strong>tras lo cargábamos y a los gritos, Arjona me decía: –¡Qué bárbaro este chango,<br />
y qué confiado el Canaviri!– Sin <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der nada le pregunte: –¿Qué pasó Arjona?<br />
– Mirá, doctor, como el camioncito no trepa con ripio <strong>la</strong> subida, el «Cana» quiso<br />
poner <strong>la</strong> baja, pero <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>nca está rota, t<strong>en</strong>ía que poner<strong>la</strong> de abajo, dejó al jov<strong>en</strong>zuelo<br />
al vo<strong>la</strong>nte y se metió bajo del camión diciéndole que ponga primera cuando<br />
él le diga, pero éste bárbaro cuando apretó el embrague soltó el fr<strong>en</strong>o y el camión<br />
se movió por <strong>la</strong> p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te, ¡<strong>en</strong> el apuro no lo habían calzado!, <strong>en</strong>tonces le «pellizcó»<br />
<strong>la</strong> panza, <strong>la</strong> cadera, porque si pasa por <strong>en</strong>cima, «revi<strong>en</strong>ta como sapo» el Canaviri<br />
este. Allí intervino el jov<strong>en</strong>. Yo le dije que no sabía manejar pero insistió!, me abataté<br />
cuando me gritó de abajo y solté todo; después vino el «¡Ay!» de don Canaviri.<br />
Ahora algo podía imaginarme cómo fue el drama. Todos se acomodaron y partió <strong>la</strong><br />
Dodge cumpli<strong>en</strong>do una delicada misión.<br />
Roque había cumplido su tarea. En «El Mirador» se <strong>en</strong>contró Arjona con <strong>la</strong> ambu<strong>la</strong>ncia<br />
donde tras<strong>la</strong>daron al herido, le pusieron suero, calmantes, <strong>en</strong> un rato estuvieron<br />
<strong>en</strong> el Hospital Orías de Libertador, esa misma tarde fue interv<strong>en</strong>ido por una<br />
rotura de colon y pelvis; luego de un <strong>la</strong>rgo postoperatorio se recuperó bi<strong>en</strong>; al alta, Canaviri<br />
hizo un asado para todo el servicio de cirugía. Dejó de trabajar como mecánico<br />
de tractores <strong>en</strong> <strong>la</strong> empresa Ledesma, ahora es transportista para Valle Grande donde<br />
ti<strong>en</strong>e un negocio, su camión actual es un moderno Mercedes. Siempre nos <strong>en</strong>contramos<br />
<strong>en</strong> el camino, nos saludamos, char<strong>la</strong>mos algo, quedamos bu<strong>en</strong>os amigos, me dio<br />
una linda mano transportando varias cosas para <strong>la</strong> construcción de «Aurora». Arjona<br />
lo conocía de mucho antes, nunca me refirió nada respecto al accid<strong>en</strong>te, de su papel<br />
<strong>en</strong> el salvataje, como si hubiera sido algo de rutina, sin trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia.<br />
El otro episodio <strong>en</strong> <strong>la</strong> ruta con el «práctico» Arjona, fue cuando ya t<strong>en</strong>ía <strong>la</strong> camioneta<br />
Ford F 100, íbamos con Mi<strong>la</strong>, mi esposa y Eug<strong>en</strong>ia, <strong>la</strong> hermana mayor del<br />
compadre Cosme; <strong>la</strong> habíamos invitado a conocer San Francisco, viajaba asombrada,<br />
algo asustada por el zigzagueante camino <strong>en</strong> subida, nunca había recorrido <strong>la</strong><br />
región, Mi<strong>la</strong> le explicaba sobre el lugar y el camino. Veía con asombro el Valle del<br />
San Francisco, Libertador, el Ing<strong>en</strong>io Ledesma, allí abajo, como un cuadro gigante.<br />
Llegábamos al monolito, <strong>en</strong> <strong>la</strong> cima de <strong>la</strong> serranía, cuando de rep<strong>en</strong>te luego de<br />
<strong>la</strong> última curva vemos parado, <strong>en</strong> medio del angosto camino un inm<strong>en</strong>so camión<br />
cisterna. Si parecía una visión, ¡un camión tanque <strong>en</strong> el camino a Valle Grande! ¡Imposible!<br />
Paré, bajé, me acerqué, <strong>la</strong>s mujeres se quedaron char<strong>la</strong>ndo. Era un Fiat Iveco<br />
sin acop<strong>la</strong>do, <strong>la</strong> cabina estaba inclinada hacia ade<strong>la</strong>nte dejando el inm<strong>en</strong>so motor<br />
al descubierto, allí estaba el chofer, un hombre del norte, tratando infructuosam<strong>en</strong>te<br />
de arreg<strong>la</strong>r <strong>la</strong> avería. Me contó que v<strong>en</strong>ía con su familia a conocer el parque, se<br />
animó a subir porque <strong>la</strong> cisterna estaba vacía.<br />
El camión v<strong>en</strong>ía bi<strong>en</strong>, pero al hacer el cambio luego de <strong>la</strong> curva cerrada, se le ahogó<br />
el motor parándosele sin remedio y ahí estaba, tratando de hacerlo andar. Su esposa