Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
juan carlos giménez<br />
deros vergeles <strong>en</strong> verano (foto 12, Pág. 118). El terr<strong>en</strong>o está cruzado desord<strong>en</strong>adam<strong>en</strong>te<br />
por profundas y serp<strong>en</strong>teantes gargantas de paredes de piedra por donde<br />
se escurr<strong>en</strong> hacia el Jordán <strong>la</strong>s aguas de <strong>la</strong>s int<strong>en</strong>sas lluvias, estos accid<strong>en</strong>tes<br />
aparec<strong>en</strong> de imprevisto, lo que hace difícil avanzar a campo traviesa; lugares que<br />
parec<strong>en</strong> estar a un tiro de piedra, son imposibles de llegar por <strong>en</strong>contrarse uno con<br />
estos obstáculos inesperadam<strong>en</strong>te, los que obligan a dar grandes rodeos.<br />
Era invierno, los pastos secos, al ras del suelo, muy pocos ojos de agua; <strong>la</strong>s ovejas<br />
llevadas a otros lugares y los puestos, cerrados. El cerro es inhóspito <strong>en</strong> esa época<br />
del año, sólo vimos una tropil<strong>la</strong> de caballos que se desp<strong>la</strong>zaba por mom<strong>en</strong>tos al<br />
galope, desapareci<strong>en</strong>do tras una lomada, apareci<strong>en</strong>do más allá, t<strong>en</strong>ían un cabal<br />
conocimi<strong>en</strong>to de aguadas, pastizales residuales y, gracias a su rápida movilidad se<br />
movían adecuadam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> busca de alim<strong>en</strong>to y refugio; parecían potros salvajes.<br />
Pasamos junto al puesto de Flor<strong>en</strong>cia, rodeamos el cerro Tres Morros, elegimos<br />
ese camino p<strong>en</strong>sando que llegaríamos sin problemas al borde de un acanti<strong>la</strong>do<br />
que creíamos «ahicito nomás». No se apreciaban obstáculos, pero al avanzar, vimos<br />
que eso era una ilusión, apareció una profunda h<strong>en</strong>didura imposible de sortear<br />
y tuvimos que dar un rodeo hasta el puesto de Baldomera, también cerrado.<br />
Por el nuevo s<strong>en</strong>dero tuvimos más suerte. Con emoción fui acercándome a un<br />
lugar donde no se veía nada de<strong>la</strong>nte, sólo un hermoso cielo azul y una fi<strong>la</strong> de piedras,<br />
restos de una pirca, era como una barrera de seguridad a unos tres metros<br />
del borde. Cuando llegué a él, mis ojos no podían creer lo que veían, acostumbrados<br />
a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nicie ondu<strong>la</strong>nte, amaril<strong>la</strong>, a cerros y quebradas con límites. Un inm<strong>en</strong>so<br />
valle se ext<strong>en</strong>día de norte a sur con múltiples tonos de verde y, vecina al<br />
barranco una vegetación exuberante; era <strong>la</strong> <strong>selva</strong> incont<strong>en</strong>ible, que trepaba hasta<br />
su borde mismo. Había murallones verdes por doquier que parecían ondu<strong>la</strong>r como<br />
una gigantesca bandera, caían por ci<strong>en</strong>tos de metros para luego inclinarse hacia<br />
un desaguadero gigante que <strong>la</strong> bruma y el polvo, hacían difuso y, suavem<strong>en</strong>te, iba<br />
a terminar <strong>en</strong> el valle de Ledesma que se apreciaba al fondo; este t<strong>en</strong>ía un t<strong>en</strong>ue<br />
color azul, como un cristal esmeri<strong>la</strong>do. Recordé que <strong>la</strong> historiadora ledesm<strong>en</strong>se<br />
Olga Demitrópulos me com<strong>en</strong>tó que Don Martín Ledesma Valderrama, el primer<br />
español que exploró oficialm<strong>en</strong>te y docum<strong>en</strong>tó <strong>la</strong> zona <strong>en</strong> el año de 1624, l<strong>la</strong>mó a<br />
<strong>la</strong> región «los campos azules» y realm<strong>en</strong>te eran así.<br />
El sil<strong>en</strong>cio era total, absoluto, tanta magnific<strong>en</strong>cia sin ningún sonido era extraña,<br />
parecía una pelícu<strong>la</strong> muda, <strong>la</strong> imaginación debía poner <strong>la</strong> música adecuada.<br />
Entonces, Lino gritó su nombre <strong>en</strong> el borde del abismo; este se repitió <strong>la</strong>rgo rato<br />
por el eco, lo escuché hasta unas ocho veces, cada vez más t<strong>en</strong>ue, cambiando de<br />
tono, alejándose con una l<strong>la</strong>mativa separación, ¡qué magnífico f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o!, desde<br />
ya que exc<strong>la</strong>mé el mío, repitiéndose el f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o, juaan, juaaaannnnn…<br />
Me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción una piedra inm<strong>en</strong>sa, parecía un monum<strong>en</strong>to, estaba donde<br />
terminaba <strong>la</strong> vertical del barranco, seguro que era un despr<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to del<br />
mismo, me puse a buscar otras cuando vi algo que no compr<strong>en</strong>dí de <strong>en</strong>trada. Una<br />
37