Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
juan carlos giménez<br />
¡Eran <strong>la</strong>s piedras del molino!, ¡con el<strong>la</strong>s se molían los granos!, el eje hacía rotar <strong>la</strong><br />
superior y se regu<strong>la</strong>ba su altura (foto 22, Pág. 123). Hubo una construcción que <strong>la</strong>s<br />
protegía, ahora desmante<strong>la</strong>da; como hipnotizado <strong>la</strong>s miraba. Entonces el padre<br />
me tomó del brazo diciéndome: sigamos, doctorcito, se hace tarde, nos esperan<br />
<strong>la</strong>s señoritas y debemos regresar. Estaba fascinado por el molino y p<strong>en</strong>saba una y<br />
mil cosas de un tiempo que se fue, allí Laudino me dijo con cierto aire de tristeza:<br />
si parece que el camino se hizo para sacar <strong>la</strong> g<strong>en</strong>te de estos lugares más que para<br />
traer progreso; tiempo después, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dí con c<strong>la</strong>ridad lo que el padre quiso decir.<br />
Llegamos a un corral con vacas, terneros; el paisano que los at<strong>en</strong>día se acercó<br />
presuroso; saludó con respeto al sacerdote que le respondió con aprecio y me pres<strong>en</strong>tó:<br />
Juan, es un doctor de Libertador, vi<strong>en</strong>e a conocer Pampichue<strong>la</strong> y <strong>la</strong> finca San<br />
Luis. Me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción al darle <strong>la</strong> mano que su antebrazo derecho era móvil,<br />
t<strong>en</strong>ía una féru<strong>la</strong> de madera, luego supe que por una fractura mal soldada t<strong>en</strong>ía<br />
una falsa articu<strong>la</strong>ción, pero él con maña se <strong>la</strong>s arreg<strong>la</strong>ba para cumplir sus tareas;<br />
y era, con ese antebrazo inestable, <strong>la</strong> mano derecha de <strong>la</strong>s señoritas.<br />
Estábamos cerca de <strong>la</strong> casa cuando aparecieron unos perros agresivos que el<br />
paisano mant<strong>en</strong>ía a raya. La morada era una construcción de material, <strong>en</strong> forma<br />
de «L», <strong>en</strong> <strong>la</strong> periferia, <strong>la</strong>s habitaciones y <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro, una galería, todo sobre nivel.<br />
T<strong>en</strong>ía piso de <strong>la</strong>drillos de aspecto aceptable, pero se apreciaba que fue mejor; <strong>la</strong> cocina,<br />
una construcción aparte, con un fuego perman<strong>en</strong>te, alim<strong>en</strong>tado por gruesos<br />
troncos; era el hogar de una infinidad de gatos.<br />
Los árboles y <strong>en</strong>redaderas que rodeaban <strong>la</strong> casa eran g<strong>en</strong>erosos, prácticam<strong>en</strong>te<br />
<strong>la</strong> cubrían, haciéndo<strong>la</strong> fresca o cálida según <strong>la</strong> estación. Estaban esperándonos <strong>la</strong>s<br />
señoritas Cáceres; at<strong>en</strong>tas, orgullosas de t<strong>en</strong>er al padre y al doctor de invitados. En<br />
<strong>la</strong> galería habían preparado una pequeña mesa con un impecable mantel b<strong>la</strong>nco<br />
y un hermoso juego de té de porce<strong>la</strong>na china antigua muy l<strong>la</strong>mativo. Nos s<strong>en</strong>tamos<br />
<strong>en</strong> sil<strong>la</strong>s y un sillón tipo Vi<strong>en</strong>a, de muy bu<strong>en</strong> gusto. Tomamos el té, conversando<br />
amablem<strong>en</strong>te de una y mil cosas, estaban bi<strong>en</strong> informadas de <strong>la</strong> actualidad por<br />
<strong>la</strong> radio y los diarios que a veces caían <strong>en</strong> sus manos. La ve<strong>la</strong>da agradable, am<strong>en</strong>a,<br />
formal, parecía transcurrir <strong>en</strong> <strong>la</strong> galería de una casa de ciudad y no <strong>en</strong> <strong>la</strong>s <strong>Yungas</strong><br />
<strong>jujeña</strong>s. Las señoritas eran educadas <strong>en</strong> cultura y modales, pude intuir que habían<br />
recibido una bu<strong>en</strong>a instrucción, que siempre se habían des<strong>en</strong>vuelto con reg<strong>la</strong>s de<br />
urbanidad e higi<strong>en</strong>e, no podía imaginarme cómo pudo haber sido. En esa visita y<br />
<strong>en</strong> otras, a través de veinte años, pude armar <strong>la</strong> historia…<br />
Rosa y Ester eran tía y sobrina. La familia Cáceres estuvo radicada <strong>en</strong> Ledesma<br />
desde principios del siglo xx, eran de Salta. Don Desiderio Cáceres fue un alto empleado<br />
del Ing<strong>en</strong>io, <strong>en</strong>cargado del lote Flor<strong>en</strong>cia, con trato directo con el ing<strong>en</strong>iero<br />
Herminio Arrieta, administrador y luego dueño del ing<strong>en</strong>io, del Partido Conservador,<br />
de su pl<strong>en</strong>a confianza; le había servido años y estaba pronto a jubi<strong>la</strong>rse.<br />
El ing<strong>en</strong>iero lo <strong>en</strong>tusiasmó, <strong>en</strong> vistas que se iba hacer el camino carretero a Valle<br />
Grande –era <strong>la</strong> década de 1930–, para que se comprara <strong>la</strong> finca San Luis, <strong>en</strong> Pam-<br />
61