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Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

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juan carlos giménez<br />

Juan, su patrono.<br />

Toda esa épica hazaña de mujeres mayores y animales me lo contó con naturalidad.<br />

En el cuidado del ganado, de <strong>la</strong> casa y como compañía, hay un gran personaje:<br />

el perro. Había varios; f<strong>la</strong>cos, pequeños, de raza indefinida, pero de una utilidad y<br />

fidelidad increíble. Llevan y tra<strong>en</strong> <strong>la</strong>s ovejas a pastar de mañana y tarde, <strong>la</strong>s cuidan<br />

de noche durmi<strong>en</strong>do <strong>en</strong>tre el<strong>la</strong>s. También ayudan a trajinar el ganado vacuno de<br />

los valles a los pastizales y viceversa <strong>en</strong> diciembre y abril; si una vaca se pierde son<br />

imprescindibles para <strong>en</strong>contrar<strong>la</strong>, ni hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> ayuda que prestan <strong>en</strong> <strong>la</strong>s cacerías<br />

de chanchos, v<strong>en</strong>ados o el peligroso tigre. Los perros, como el caballo criollo,<br />

son intelig<strong>en</strong>tes, vali<strong>en</strong>tes, fieles, sufridos, dan <strong>la</strong> vida por su amo y su propiedad.<br />

Mejores que un cristiano!, me afirmó un paisano.<br />

Cuando salí al patio, Lino y Nolberto estaban preparando los animales para el<br />

regreso, <strong>la</strong>s cargas v<strong>en</strong>drían <strong>en</strong> el «Tordillo» que era manso, conocía el camino, no<br />

causaría problemas <strong>en</strong> el irregu<strong>la</strong>r s<strong>en</strong>dero. Lino iría <strong>en</strong> el «Chaqueño», t<strong>en</strong>ía que<br />

hacerlo cerruno; lo <strong>en</strong>silló con calma, despacio; para montar lo puso <strong>en</strong>tre los otros<br />

caballos, le v<strong>en</strong>dó los ojos y le maniató <strong>la</strong>s patas de<strong>la</strong>nteras. Todos estábamos<br />

at<strong>en</strong>tos, pero se dejó subir sin problemas, estaba nervioso pero obedi<strong>en</strong>te. Yo, <strong>en</strong> el<br />

fiel «A<strong>la</strong>zán». Nolberto v<strong>en</strong>dría caminando, su habitual manera de desp<strong>la</strong>zarse <strong>en</strong><br />

el cerro. Nos despedimos de <strong>la</strong>s señoras que ahora quedaban nuevam<strong>en</strong>te so<strong>la</strong>s <strong>en</strong><br />

esas alturas, protegidas por los perros, Dios y <strong>la</strong> Pachamama.<br />

El regreso fue sin problemas, los caballos, «de diez»; el «Chaqueño», una sedita.<br />

Vine p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> esa precaria economía de autosufici<strong>en</strong>cia, allí <strong>en</strong> <strong>la</strong>s alturas. Lo<br />

que parecía un lugar inhóspito daba g<strong>en</strong>erosos frutos que debían aprovecharse<br />

mejor; t<strong>en</strong>ían usos y costumbres del altip<strong>la</strong>no de hace más de un siglo; era innegable<br />

que estábamos <strong>en</strong> lo que fue el imperio Inca, <strong>en</strong> el sudeste del Col<strong>la</strong>suyo, <strong>en</strong><br />

una is<strong>la</strong> altiplánica de <strong>la</strong>s <strong>Yungas</strong>, <strong>en</strong> los límites con el Chaco.<br />

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