08.05.2013 Views

Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

Nuestras Yungas, relatos en la selva jujeña - Fundación ProYungas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

32<br />

Tres Morros<br />

nuestras <strong>Yungas</strong>, <strong>re<strong>la</strong>tos</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> <strong>selva</strong> <strong>jujeña</strong><br />

Conocí Tres Morros acompañando a Lino M<strong>en</strong>doza, iba a traer cueros y <strong>la</strong>na de<br />

ovejas. Yo estaba muy <strong>en</strong>tusiasmado por el paseo. Ese día amaneció despejado,<br />

con pocas nubes, pero me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción un vi<strong>en</strong>to cálido del norte que empezó<br />

a sop<strong>la</strong>r a <strong>la</strong>s ocho de <strong>la</strong> mañana; al mom<strong>en</strong>to llegó Lino con mi cabalgadura para<br />

<strong>en</strong>sil<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, era el caballo de su madre; el manso y guapo «A<strong>la</strong>zán»; daba gusto andar<br />

<strong>en</strong> él, tranquilo, dócil, fuerte.<br />

Estábamos a comi<strong>en</strong>zos de junio, sin frío, el bosque estaba verde pero con algunos<br />

tintes amarillos. Las cabalgaduras, a pesar de <strong>la</strong> subida y el peso, avanzaban a<br />

bu<strong>en</strong> paso, eran baqueanos para el cerro. Lino iba <strong>en</strong> el «Tordillo», flete elegante, de<br />

bu<strong>en</strong>a alzada; era de Natalio, su padre, que lo usaba para desfi<strong>la</strong>r; llevaba a tiro un<br />

caballo oscuro de magnífica estampa, musculoso, nervioso, lo estaba domando; lo<br />

compraron <strong>en</strong> Caimancito, pero era del Chaco Salteño, de allí su nombre: «Chaqueño».<br />

En él bajaría montado, quería acostumbrarlo al cerro, sus s<strong>en</strong>deros, iría sin<br />

peso para aclimatarlo, para que conozca <strong>la</strong> montaña.<br />

Con el trepar, San Francisco empezó a achicarse y se perdió de vista; nos pusimos<br />

a nivel de Santa Bárbara y más, se apreciaba San Lucas: sus corrales, <strong>la</strong> iglesia.<br />

Pasando «Pino Hachado» el monte cerrado com<strong>en</strong>zó a desaparecer; <strong>en</strong>trábamos<br />

<strong>en</strong> los pastizales de altura; <strong>la</strong> «queñua», ese curioso árbol rojo y rugoso, empezó a<br />

mostrarse <strong>en</strong> <strong>la</strong>s quebradas. Hacia el sudoeste se veía otro valle con manchas verde<br />

c<strong>la</strong>ras y un río. Lino me dijo que era Norm<strong>en</strong>ta y <strong>la</strong>s naci<strong>en</strong>tes del río Ledesma.<br />

Más atrás aparecieron otras serranías y, <strong>en</strong> el fondo, ya contra el cielo, montañas<br />

pe<strong>la</strong>das, altas, con nieve, se distinguían dos picos <strong>en</strong> di<strong>en</strong>te de sierra, uno mayor<br />

que el otro: ¡eran el Chañi!, el grande y el chico.<br />

Llegamos a Duraznillo, continuamos el camino dejándolo a <strong>la</strong> derecha, tampoco<br />

seguimos el s<strong>en</strong>dero a Alto Calilegua, sino uno intermedio que iba a Tres Morros.<br />

–En una hora estamos– com<strong>en</strong>tó Lino. Por una ilusión óptica parecía que estaba<br />

más cerca, ahí nomás, detrás de una lomita, pero no era así, había que cruzar una<br />

profunda quebrada por donde transcurría un cauce de agua <strong>en</strong> verano, que ahora<br />

estaba seco. El lugar, espectacu<strong>la</strong>r; un hondo corredor de paredes verticales de<br />

piedra con vegetación colgante, hacía mil y un vericuetos <strong>en</strong> su avance, parecía<br />

un caracol; <strong>la</strong> pared del fr<strong>en</strong>te más alta e impon<strong>en</strong>te, su profundidad de unos ci<strong>en</strong><br />

metros t<strong>en</strong>ía vegetación. Árboles, pastos, un microclima que usaban los pob<strong>la</strong>dores<br />

<strong>en</strong> el invierno cuando los pe<strong>la</strong>dares estaban secos.<br />

El s<strong>en</strong>dero para bajar y subir a ese lugar era angosto; una real escalera de piedra<br />

con peldaños irregu<strong>la</strong>res donde los caballos hacían maravil<strong>la</strong>s de equilibro y esfuerzo;<br />

bi<strong>en</strong> empinada <strong>en</strong> zigzag (foto 9, Pág. 116). Era admirable el coraje, fortaleza<br />

y seguridad de los equinos, aunque a veces trastabil<strong>la</strong>ban, haci<strong>en</strong>do bochinche y<br />

sacando chispas de <strong>la</strong>s herraduras. Asustaban <strong>la</strong>s cabrio<strong>la</strong>s que hacían para afirmarse<br />

<strong>en</strong> el irregu<strong>la</strong>r s<strong>en</strong>dero; yo t<strong>en</strong>ía total confianza <strong>en</strong> «A<strong>la</strong>zán»; de él dep<strong>en</strong>día

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!