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El encuentro <strong>de</strong> occi<strong>de</strong>nte con la indianidad Guaraní<br />
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veces el justo paga por el pecador; así<br />
sucedió aquí, pues en este combate<br />
murieron y quedaron prisioneros, más <strong>de</strong><br />
tres mil, entre hombres, mujeres y niños<br />
(...) Allí conquisté para mí, como botín,<br />
diecinueve personas, hombres y mujeres<br />
jóvenes”.<br />
Cuando llegan a la región que<br />
actualmente es Bolivia, los españoles se<br />
sorpren<strong>de</strong>n <strong>de</strong> encontrar indios que ya hablan<br />
su lenguaje y que les informan que el país <strong>de</strong>l<br />
oro está en manos <strong>de</strong> Pizarro. Regresan<br />
don<strong>de</strong> los Corotoqui que<br />
los habían recibido con<br />
temor pero <strong>de</strong> los que<br />
Schmidl había <strong>de</strong>scrito su<br />
buena voluntad: “Cuando<br />
nos vieron a todos juntos,<br />
nos mostraron buena<br />
voluntad; no podían<br />
hacer otra cosa pues<br />
temían por sus mujeres e<br />
hijos y por su pueblo. Nos<br />
trajeron así mucha carne<br />
<strong>de</strong> venado, gansos,<br />
gallinas, ovejas,<br />
avestruces, antas, conejos y toda otra clase<br />
<strong>de</strong> caza, tanto que no puedo <strong>de</strong>scribirla.<br />
También nos trajeron trigo turco y raíces<br />
<strong>de</strong> las que hay allí gran abundancia”. A<br />
pesar <strong>de</strong> esta buena voluntad, los Corotoqui<br />
son exterminados, incluidos los niños.<br />
“Entonces regresamos nuevamente al<br />
pueblo <strong>de</strong> los Corotoquis. Cuando allí<br />
llegamos, éstos habían huido ante nosotros<br />
con sus mujeres e hijos, pues temían que<br />
les fuéramos una carga y que les hiciéramos<br />
daño. Cuando llegamos a media legua <strong>de</strong>l<br />
lugar don<strong>de</strong> dichos Corotoquis estaban,<br />
vimos que habían hecho su campamento<br />
entre dos cerros con bosques en las la<strong>de</strong>ras<br />
para po<strong>de</strong>r huir por ellos si acaso los<br />
<strong>de</strong>rrotábamos. Pero los cerros no les<br />
sirvieron para gran cosa: los que no <strong>de</strong>jaron<br />
allí el pellejo, quedaron esclavos nuestros.<br />
En esa sola escaramuza ganamos como mil<br />
La comprensión guaraní <strong>de</strong> la Vida Buena<br />
34<br />
esclavos, aparte <strong>de</strong> los hombres, mujeres y<br />
niños que matamos (...)”. La alternativa es<br />
clara: esclavitud o genocidio; entre los dos,<br />
chantaje a los rehenes.<br />
Genocidio y no exterminio <strong>de</strong> los<br />
enemigos, pues éstos no son sólo enemigos,<br />
en cuyo caso son <strong>de</strong>struidos sin remisión, sino<br />
todos los indios, tanto si son amigos como si<br />
son enemigos, por la sencilla razón <strong>de</strong> que<br />
son indios. A propósito <strong>de</strong> una expedición<br />
hacia el Paraguay, los españoles se<br />
encuentran con los Surucusi: “(...) nos<br />
trataron muy bien. Los<br />
hombres llevan colgando<br />
<strong>de</strong> la oreja un disquillo<br />
Nos trajeron así mucha redondo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong>l<br />
carne <strong>de</strong> venado, gansos, tamaño <strong>de</strong> una ficha <strong>de</strong><br />
gallinas, ovejas, avestruces, damas; las mujeres<br />
antas, conejos y toda otra llevan una piedra <strong>de</strong><br />
clase <strong>de</strong> caza, tanto que no cristal gris en el labio, <strong>de</strong>l<br />
puedo <strong>de</strong>scribirla. También tamaño, en largo y<br />
nos trajeron trigo turco y grueso, <strong>de</strong> un <strong>de</strong>do. Los<br />
raíces <strong>de</strong> las que hay allí gran Surucusis viven muy<br />
abundancia.<br />
regularmente, cada uno<br />
con sus mujeres e hijos.<br />
Las mujeres son muy<br />
hermosas y no se rapan parte alguna <strong>de</strong> su<br />
cuerpo, pues andan <strong>de</strong>snudas tal como su<br />
madre las echó al mundo. Tienen maíz,<br />
mandioca, maní, batatas y otras raíces,<br />
pescado y carne, todo en abundancia.<br />
Permanecimos entre ellos durante catorce<br />
días”. Los Surucusi anudan una relación <strong>de</strong><br />
alianza e incluso <strong>de</strong> amistad con los recién<br />
llegados. Entre tanto la expedición,<br />
comandada por Alvar Núñez Cabeza <strong>de</strong> Vaca,<br />
se enfanga rápidamente en el pantano.<br />
Entonces Alvar Núñez Cabeza <strong>de</strong> Vaca <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />
regresar a Asunción. Mas, para no regresar<br />
con las manos vacías: “Cuando los buques<br />
estuvieron listos, mandó nuestro capitán<br />
general que cuatro bergantines con ciento<br />
cincuenta hombres y dos mil Carios<br />
viajaran hacia una isla situada a unas<br />
cuatro leguas <strong>de</strong> camino <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />
estábamos, y al llegar a esa isla, <strong>de</strong>bíamos